jueves, 19 de febrero de 2009

Terapia Natural

Fue en un bar de copas cerca del barrio. Estaba muy bien montado en una antigua casa aristócrata, con muchos sofás y mesas de café. Abrían por las tardes y solíamos parar por allí después de las comidas en reunión para tomar las primeras copas a modo de digestivo. Yo estaba tan tranquilamente sentado, o más bien casi tumbado, para ser más estrictos, en uno de los sofás con los pies cuidadosamente apoyados en la mesita del café entre las copas, y mirando los video clips que ponían en las pantallas. Entonces llegó María con un amigo suyo del brazo. Venían muy animados, parecían pasarlo muy bien. Me di cuenta de que no me dejarían a hacerlo a mí. Con lo pacífico que soy yo.

― Hey, ¿sabes que? ― dijo María sentándose a mi lado en el sofá ― Julián también escribe.

― ¿En serio? Lo siento por ti, Julián ¡La cuenta por favor! ― dije intentando incorporarme. Tenía que escapar como fuera. Pero ella era una depredadora.

― Hey, ¡quieto ahí! ― María se giró hacia Julián mientras me sujetaba del muslo para no dejar que me escaqueara de la charla literaria ― Es un tonto, no le hagas caso. Julián fue quien escribió el texto para el grupo de teatro que te conté el otro día, ¿recuerdas? No claro, que pregunta. El fue quien nos pasó el guión de Los Artistas Somos Todos. Cuando lo leí, pensé, “vaya esto sí es bueno. Este tío es un genio”. Y ahora está aquí.

― No me lo puedo creer. ― dijo Julián dedicándole una sonrisa interesante.

― ¡Sí!, y todavía lo tengo en mi mesita de noche. De verdad. Me encanta. ― dijo María mirándole a los ojos.

― Vaya, gracias. Es un halago. Viniendo de ti. ― le contestó el.

― Un momento ― tuve que interrumpir antes de que se subieran al sofá a lamerse el culo el uno al otro como dos perros en celo ― Espera un poco, a ver si lo he entendido bien ¿has escrito sobre lo que significa ser un artista?

― No te pongas borde, Al. ― María me vio venir. Instinto de cazadora. Ya os lo dije.

― En realidad, ― dijo Julián ― si tuviera que definirlo de algún modo, escribo sobre acceder al artista que existe en cada uno de nosotros.

― Entonces, ¿de verdad crees que cada persona tiene... un artista dentro? Una especie... de … Picasso interior?

― Exacto.

― Por lo tanto, te consideras a ti mismo un artista.

― Me gusta pensar en mí mismo más como un espíritu creativo.

― Ya bueno. A mí me gusta pensar que me despiertan por la mañana con una buena mamada y eso no hace que sea verdad. Incluso me conformaría con una paja.

― Bueno, yo tengo que irme ya pronto, María. He quedado con un grupo. ― Julián se giró hacia mi ya de pie y me dijo ― Deberías asistir a uno de mis talleres, Al. Es gratis.

― ¿Ah, también haces talleres? Mmm Vaya, no me interesa ― dije sin apartar la vista de la pantalla donde una bailarina con un culo perfecto lo movía arriba y abajo en primer plano delante de la cámara en un video clip latino muy sexy. Mis ojos seguían aquel culo de la pantalla arriba y abajo, arriba y abajo mientras el pelma de los artistas interiores seguía hablándome.

― Pásate cuando quieras para echar un vistazo, Al. Creo que quizás te ayude con tu escritura. Quizás.

― Claro que sí, motherfucker. Sabes, no me sorprendería nada que acabaras vendiendo esa mierda, porque creo que explotas uno de los negocios más grandes que hay. Todo el mundo quiere ser alguien especial. Los hay incluso que se lo creen de verdad.

― Y lo son. Incluso tú, Al.

― ¿Yo? No lo creo. Yo no hago nada especial. Yo solo veo las cosas que pasan. Igual que esta palmera. Si es que ve algo. Hola

― Adiós, Al ― dijeron mientras salían por la puerta. Me dejaron allí hablando solo con la planta. Una palmerita metida en una maceta que había al lado. Cogí la maceta y la subí en el sofá. La abracé. Nos pusimos a ver la tele.

― Estás callada.

― Me gusta el silencio.

― Sí, a mí también. Siempre que estés a gusto.

― Mi corazón duele.

― ¿Tu corazón? Vaya. El mío también ¿Algún palmerito?

― No lo sé. Creo que sí… Sí.

― Yo también. Pero, con una chica. ¿Quieres hablar de eso?

― No. Sólo quiero saber… ¿cuándo deja de doler?

― Bueno. A lo mejor no te gustará oírlo, pero si tienes suerte, supongo que nunca.

― ¿Lo habéis hecho? … Tú y esa chica.

― No. Perdí mi oportunidad.

― Eso no debería ocurrir nunca. Es muy triste.

Seguimos mirando la tele. El video clip de la chica del culo moreno estaba acabando.

― ¿Ves?, al final, tal vez, todo se reduzca a eso. Al sexo. Es lo que decide quien triunfa y quien no. Felicidad o soledad. Y no tiene nada que ver con si es justo, o merecido, o no. Además, es lo único que quiere todo el mundo. Supongo… ― me giré hacia la palmerita, acariciando sus hojas y le dije ― ¿Y a ti, cielo? ¿No te gusta el sexo?

― Seremos amigos.

― Está bien, no he dicho nada. Será mejor. La gente está empezando a mirarnos raro.

― No me importa.

― A mí tampoco, ¿un cigarrito?