Jan pasó a recoger a su amigo Al una hora más tarde de lo que le había dicho por teléfono. Llegaron a la puerta de la casa donde Isa daba su fiesta y aparcaron el coche de una sola vez dejándolo con las dos ruedas derechas subidas en la acera. Los dos amigos salieron del coche. Venían discutiendo. Al cerró su puerta de un sonoro golpe. ¡Plamm!
― Yo nunca…
― Pero nunca jamás.
― Nunca jamás…
― Me follaré a Isa otra vez.
― Me follaré a Isa otra vez.
― Muy bien, te lo agradezco.
― Joder, tío. Solo de decirlo ya me he puesto caliente, jajaja
― ¡Que te jodan, cabrón!
― Hey venga tío, ven aquí. Lo siento, tío. Te aprecio un montón. Venga, tú ya lo sabes. No me hagas tener que decírtelo.
― A veces las cosas se deciden por lo uno dice o deja sin decir, ¿sabes, Jan? No puedo perdonarte siempre todas las putadas que me haces, joder… ― Al se quedó mirando al suelo ― Dios mío, acabo de imaginarme como tiene que ser estar conmigo mismo…
― Hey, hacía mucho que no tenía un amigo como tú, ¿vale? No volverá a ocurrir.
― Está bien para ya. Me vas a hacer vomitar.
― ¿Todavía la quieres, verdad?
― Joder, sí. Vámonos. Tenemos que subir a la fiesta.
― Te lo voy a pedir solo una vez ¿Podrías comportarte esta noche?
― Por favor. Me hablas como a un niño.
― Eres un niño.
― ¿Qué es lo que piensas que voy a hacer? ¿Remover el bol del ponche con la polla?
― Bastante probable, sí. Esa es la cosa contigo. Uno nunca sabe lo que esperar de ti… o de tu polla.
― Mmm Golpe bajo. Sabes, cariño, estás preciosa esta noche.
― Bien, eso es... Gracias, Al. Anda, vamos con ellos. Sé bueno, por favor.
― Seré bueno. No te preocupes por mí.
― No eres tú quien me preocupa, Al.
― Bueno, eso es lo que hago, básicamente. Entretenerme. Como vosotros.
― ¿Quieres una?
― Claro, ¿por qué no?
― Estoy interesada en ver que es lo que escribes mañana sobre esta fiesta.
― Bueno, solo escribo lo que me sube a la cabeza ― dijo Al mientras se inclinaba sobre el aparador y esnifaba su raya. ― Mmm Soy el chico del caos. Crearé un caos para tí.
― Bien, eso me gusta. Me toca.
― Sí. La cuestión supongo que es juntarte con alguien que te recuerde siempre la suerte que tienes de estar a su lado ― Bea le pasó un porro que se había liado mientras charlaban en el balcón.
― Entonces ahora que ya estás licenciada, ¿has tenido algún paciente?
― Profesionalmente, no. No estoy segura de querer ejercer.
― Pues sabes, tal vez te interese estrenarte conmigo. El otro día tuve un sueño muy caliente con una monja.
― ¿En serio? ¿Y qué pasó?
― Soñé que la monja me hacía un mamada.
― ¡Ahí vamos! jajaja, una monja y una mamada. Es buenísimo, sí señor.
― ¿Tu crees? ¿Y cuál es tu opinión como psiquiatra, doctora?
― Bueno, no se necesita a Freud para descifrarlo. ― entonces Bea puso un tono de voz muy gracioso en plan profesional ― Podemos establecer que tienes una predilección por la compañía de mujeres que no están disponibles. Infidelidad fetichista.
― Tiene gracia ¿De verdad lo ves así?
― Supongamos que así fuera, ¿vale? ¿Cual sería el colmo de ese fetiche? Tal vez sea una mamada de una mujer que esta escencialmente casada con Dios.
― Joder, visto así… Oye, ¿y no puede ser solamente un sueño curioso?
― Jejeje, Anda, vamos adentro.
― ¿Ya te vas?
― Sí, nos vamos a mí casa, a tomar la última copa, ¿quieres venir?
― ¿Tienes whisky?
― Sí.
― Estupendo. Vamos allá.
― Bien por ti. Encantado de satisfacerla, doctora.
― Oh…
― Que, ¿vas a tener otro?
― No, no es eso. Creo que… voy a llorar. Oh … snif
― Oh, nena, no hagas eso. ― Bea empezó a sollozar con una sonrisa en la cara. Era una expresión muy extraña. Estaba llorando de verdad pero sin embargo se la veía feliz.
― No, tranquilo, no es malo.. snif Me pasa a veces.. snif Después de correrme me entran ganas de llorar. O sea, no siempre. Algunas veces.. snif Pero a veces me pasa.
― No te preocupes. A mi también me ha pasado alguna vez. Solo que por lo general, después de correrme me entran ganas de echar una siesta.
― ¿Y soñar con monjitas, eh?
― Sí. Anda que tú y yo estamos bien…
― Necesito ir al baño.
― Está bien. Sabes, las chicas con las vejigas pequeñas siempre me han parecido sexys.
― Gracias. Eres un encanto de paciente. Ahora me explicas eso.