domingo, 8 de febrero de 2009

O.V.N.I. (Objeto Volador No Identificado)

Aquel domingo por la tarde estaba sentado en el suelo del baloncito del estudio con las piernas colgando hacia fuera. Tenía unas bonitas vistas de la plaza. Me gustaba sentarme allí a fumar hierba por las tardes. Veía pasar a las niñas motando en bici justo por debajo del balconcito con sus escotes primaverales y aquellas vistas me alegraban la tarde. Así estaba yo cuando escuché un silbido que me fue familiar. Miré hacia la calle y allí estaba Juanjo. Acababa de llegar de Granada. Me contó desde la calle que había olvidado las llaves del piso y no tenía donde pasar la noche hasta el día siguiente que viniera su casera. Llevaba dos maletas enormes. Le hice señas para que subiera. Yo no pensaba subírselas. Le deje la puerta abierta y le oí entrar arrastrando las maletas.

― Traigo cervezas. ¿Las meto en la nevera?

― Que coño, tráelas aquí. ― dejó las cervezas en el suelo y se sentó conmigo en el balcón. Le pasé el porro mientras veía pasar a una morena con un culo sencillamente perfecto.

― Que pasa tío. ¿Y Marta, está por aquí?

― Que va. Se ha vuelto a ir. Dice que no hay futuro en lo nuestro.― dije cogiendo un botellín de la caja y abriéndolo con el mechero. ¡pop! La chapa voló por el aire hasta caer en algún punto de la plaza… clinclin

― Vaya tela. Joder pues yo no veas, que película. He roto con Amina.

― ¿Con la morita?

― Sí, tío. Lo hemos dejado. Bueno, más bien la he dejado yo. Vengo todo el camino dándole vueltas al coco. Mira ésa. Mira que culo, madre mía. ― El sol se filtraba entre las nubes enfocando aquel culo en movimiento mientras cruzaba la plaza. Era como si dios mismo en persona nos dijera: “Mirad que obra de arte. Superad eso si tenéis cojones.”

― Oye, el otro día estaba pensando, ¿tú crees en los ovnis?

― Nunca he visto ninguno por aquí. Ayer ví a Sara. A tu Sarita.

― ¿Sí o qué? ¿Como está?

― Está buenísima. Me preguntó por ti.

― Mañana la llamaré. Esta hierba también está buenísima. ― Estuvimos así un buen rato. Fumando y fisgoneando como dos viejas sentadas al fresco. Nos bebimos la caja entera de cervezas. Apuesto a que dios no se sentía tan orgulloso de nosotros.


Luego llamaron al teléfono de Juanjo. Eran dos amiguitas suyas. Tenían ganas de juerga. Me miraba a los ojos mientras hablaba con ellas. Me podía imaginar claramente sus intenciones y lo preocupado que andaba por su reciente ruptura: “Sí, sí claro que voy a salir. Ahora estoy en casa de un amigo en el centro. Veniros para acá y ya salimos directamente. Sí, comprad una botella de ron. Claro que podemos beber aquí en casa de mi amigo. Dadme un toque cuando lleguéis a la Alfalfa y os veré desde el balcón. Venga guapas, un beso, ahora nos vemos”

No fueron dos, ni tres, sino cuatro potrillas de segundo curso compañeras de Juanjo en la facultad donde estaba matriculado. Creo que era una carrera de económicas. Mi amigo tenía un trabajo fijo en una consejería pública donde trabajaba por las mañanas. Luego iba por las tardes a la universidad para mantenerse al tanto de las oportunidades del nuevo mercado principalmente, según me explicaba él mismo. Sea como fuere parecía bien informado. Las chicas subieron por la escalera riendo y haciendo mucho ruido. Venían colocadas de M. Todas se abrazaron a mi amigo llamándolo Juanjito. Pero lo cierto es que les sacaba una cabeza a todas ellas. Luego se acercaron a mí como una manada de jóvenes hembras curiosas. Se presentaron de una en una. Me parecían todas iguales. No me quedé con el nombre de ninguna de ellas.

Empezaron la fiesta volcando el M sobre las copas. La más atrevida de todas ellas era la que guardaba la droga, se comportaba como la jefa del grupo. Me ofreció y le dije que prefería volcarlo sobre la mesa y esnifar. Me miró un poco extrañada. Le expliqué que así subía más rápido, directo a la sangre. Luego dijo que ella también lo tomaría así. Se notaba que nunca había esnifado. Me miró atentamente mientras lo hacía yo y luego hizo lo mismo ella. Acabaron todas esnifando y comentando la sensación extraña que les dejaba en la garganta. Se bebieron la botella de ron en poco más de media hora. Así que tuve que sacar de mi propia bodega.

Luego quisieron poner música. Miraban mis discos esperando encontrar algún artista que les resultara conocido. Juanjo acabó levantándose y puso uno de 2 Many Dj´s. Empezaron a bailar por el estudio derramando las copas y tirando las cenizas al suelo. Una de ellas se dejó caer en el sofá justo a mi lado. Empezó a rozarme la pierna con la suya discretamente. Juanjo bailaba en el centro del salón con la jefa de todas ellas detrás pegada a su culo y con otra más delante. Se le veía en su salsa. La cuarta no paraba de mirar el móvil y cada diez minutos salía al balcón para hablar por teléfono. Así estaba la cosa repartida. Juanjo empezó a enrollarse con la que tenía delante mientras la jefa bailaba detrás de él metiéndole la mano por dentro del pantalón. Me giré hacia la que estaba sentada conmigo en el sofá. Me miró expectante. No quise defraudarla así que le di un tímido beso en los labios. Entonces se sentó sobre mí a horcajadas de un salto y me besó abriendo mucho la boca. Empecé a empalmarme a pesar del alcohol y la droga. Ella parecía estar muy excitada. Se frotaba contra mi paquete. Podía sentir el calor de su coño mientras de reojo vi como los pantalones de Juanjo caían al suelo y la jefa le hacía una mamada mientras él se enrollaba con la otra. También pude ver como la chica del balcón decía algo de que tenía que irse sin que nadie le hiciera mucho caso. Así que cogió su bolso y se fue. Juanjo cogió en brazos a una de ellas y se fue en dirección al cuarto de invitados. La jefa se inclinó hacia la mesa, se metió otra ralla, nos miró y corrió detrás de ellos.

Me quedé en el sofá con mi acompañante. Le quise quitar el sujetador por la espalda pero me miró riéndose y me dijo “Se abre por delante”. Eso me puso muy cachondo. Se quitó la camiseta y pude ver el cierre. Tenía mis manos apretando firmemente su culo contra mí, así que intenté quitárselo con los dientes pero al final me tuvo que ayudar ella mientras se reía. Le comí las tetas un buen rato mientras se frotaba contra mí. Sentí como me apretaba entre sus piernas y entonces soltó un suspiro. Me miró muy colorada y me dijo “He tenido un orgasmo”.

Entonces decidí que también me tocaba a mí. Me bajé los pantalones con ella encima y entonces la vi abrir mucho los ojos. Yo pensé “Bueno, tampoco es para tanto.” Cogió su camiseta del sofá y se tapó con ella. Estaba mirando hacia la puerta. Me giré desde el sofá en calzoncillos con la canadiense puesta, y entonces vi la cara de Marta en la puerta. Y ella vio la mía. No sabía que leches decir. Entonces Marta dio un paso hacia delante y asomó la cabeza hacia el cuarto de invitados y vio a Juanjo entre las otras dos chicas repartiendo y bregando sin parar. Las chicas chillaban y se reían.

― ¿Así es como me echas de menos? ¿Qué es todo esto? ― me preguntó mientras la chica se bajaba de encima mía. Cogió su camiseta y se metió corriendo en el otro cuarto cerrando la puerta.

― ¿Cómo has entrado?

― Me ha abierto una chica que bajaba. Me dijo que estabas aquí.

― Son amigas de Juanjo, yo no las conozco.

― Ya veo, ya ¿Así es como me echas de menos, verdad? Hijo de puta. La culpa es mía por creer que eras un imbécil. Pero aquí la única imbécil soy yo. Eso está claro.

― Espera Marta, deja que te lo explique ― No me dio tiempo a subirme los pantalones cuando ya había salido por la puerta. Corrí hacia el descansillo y pude oir la puerta de abajo cerrándose de un portazo. Salí corriendo al balcón aún con los pantalones medio bajados. La vi. Iba cruzando la plaza muy deprisa. Llevaba un vestido de tirantas muy ceñido de un color tostado del mismo tono que su piel morena. Estaba increíble.

― ¡Marta! ― Se dio la vuelta en mitad de la plaza. Me miró fijamente. Pude ver odio en sus ojos. Odio del bueno, en estado puro. Era preciosa. Era magnífica. Amaba a aquella mujer. Lo supe justo en ese momento. Se agachó hacia el suelo y cogió una litrona vacía que había al lado de un banco de la plaza. Volvió a mirarme. Quise decirle lo que sentía por ella. Pero sin dudarlo un instante cogió carrerilla y tiró la litrona con todas sus fuerzas hacia mí. Pude ver la botella girando y zumbando en el aire mientras venía hacia mí... zuhm zuhm Zuhm No me moví ni un milímetro. Me merecía aquel botellazo. Vi una sombra delante mía y la botella se rompió justo en mi frente. ¡Crasshh! Caí de espaldas hacia dentro. Sentí la cerveza fría resbalando por mi cara mezclada con la sangre caliente. Había cristales por todas partes. Entonces abrí los ojos y vi luces de todos los colores. Parpadeában y me atraían hacia el techo. Pude ver sus ojos una vez más entre todas esas luces. Ya no había odio en ellos. Oí su voz llamándome mientras me sujetaba la cabeza. “Te quiero”, le dije. Y me desmayé.