martes, 7 de julio de 2009
martes, 26 de mayo de 2009
Men are Penguins, Women are Koalas
Aquella noche llegué borracho a casa de Linda. Me había llamado por la tarde y me hizo prometerle que iría a su casa por la noche a ver una película holandesa en la que habían colaborado algunos amigos suyos de cuando vivía en Ámsterdam. Yo había salido temprano de casa para ir dando un paseo hasta su piso del centro pero por el camino me encontré con unos amigos que hacía mucho que no veía y me hicieron quedarme con ellos a tomar unas cervezas en una terraza del centro. Yo les estaba explicando que había quedado con una chica, y que no podía enredarme cuando me di cuenta que ya tenía una cerveza en la mano. No pude resistirme. “Bueno una cervecita no hace nada, además es temprano”, me dije a mí mismo, así que me senté con ellos dejando claro que solo me tomaría una. Cuando cerraron el bar nos trajeron la cuenta, debíamos ochenta euros en cervezas y whisky. Aproveché en una de las visitas al baño para despedirme de mis amigos y salí del bar en dirección a casa de Linda. Eran casi las doce de la noche.
― Bueno pues busca un hombre con quien te guste follar cuando te apetezca.
― Okay, pero nosotras no solo necesitamos follar, también necesitamos cariño. You know.
― Busca un hombre que sea cariñoso.
― Okay, pero luego si follas con otro hombre dicen que eres una puta.
― Pues busca un hombre que sea cariñoso contigo y al que le guste follar con otras.
― What? ¿Y quien quiere un hombre así?
― Dime.
― Esto, …¿qué significa mamoneou? Antes, cuando tú has dicho antes: Esto es un mamoneou, y tal…
― Se dice: mamoneo.
― Mamoneo.
― That’s it. Mamoneo es algo chungo. Ya sabes. Cuando algo es molesto. Se dice: esto es un mamoneo. Un mamoneo de la hostia.
― De la hostia? What do you mean?
― Si de la hostia is something really big. You know, something gorgeous. But it isn’t really had to be bad. It could also be nice.
― Aham, okay. Vale. Mamoneo de la hostia es como movida chunga, ¿no?
― You got it. ¿Otro vodka?
― Wow, sure. ¡Otro vodka!
― Holy shit! ¿Qué no dije nada? ¡Dammed son of a bitch! I left you in that place cause you even talk to me at all! You just take the whole fucking night flirting with the other girls. That was sick. Oh my god, that was really sick!
― What? I didn’t flirt anybody. You are just mad, really mad.
― Am I mad? What the fuck! You! You’re the mad one here! You’re the only one who kick anyone around me in the pubs! Anyone! You can’t stand it, for Christ’s sake! That’s what I call mad. You’re jealously mad.
― I’m not jealous.
― Sure not. It would be me. Always it’s me. Holy shit!
― Oh yesss!... Dime perra, dime puta, dime palabras guarras... Come onnnn, fuck! Fuck me harder!
domingo, 24 de mayo de 2009
El Mundo Está Lleno de Ellos
Basado en Hechos Reales
Justo en ese momento vi un letrero de “SE VENDE” en el cristal de atrás del Golf. Lógicamente anoté el número y me fui a buscar otra plaza de aparcamiento.
jueves, 21 de mayo de 2009
Propósito de Buenas Intenciones
A partir de mañana voy a ser un buen chico.
Lo primero que voy a hacer es creérmelo.
Lo segundo, volver a repetírmelo,
Y ya veremos lo tercero.
Voy a hacer lo que quiero.
Voy a buscar trabajo en serio.
Voy a perder esos kilos.
Voy a salir a por el pan,
Y hasta bajar la basura.
fumar
esnifar
apostar
mentir
conducir borracho
Voy a cuidar de los que son de los míos
y de los que no también, un poco menos.
Voy a besarte cuando me apetezca
Sin avisarte ni pedirte permiso.
Cuando te necesite, voy a decírtelo.
Cuando me tengas hasta los huevos,
También.
No pienso devolver nada de lo que no es mío.
Ni voy a soportar un solo idiota a mi lado.
Ni voy a dejar que os llevéis a las guapas,
Y según como me pille, ni a las feas tampoco.
trasnochar
insultar
blasfemar
delinquir
pedir prestado
Os voy a mandar a la mierda,
Pero muy rápido.
Esta vez sí va en serio.
lunes, 18 de mayo de 2009
Táctica y Estrategia
sola en el aire, oculta,
tu mirada..."
Mario Benedetti
Mario salió al porche en mitad de la noche. Le gustaba salir al porche por las noches y sentarse a leer en un sillón de mimbre que parecía haber sido fabricado para él. Puso el paquete de tabaco al lado del cenicero y dejó su libro en las rodillas mientras se encendía un cigarrillo.
A Mario le gustaban los escritores que bailaban con las palabras. También le gustaban los que disparaban palabras a quemarropa, o también los que eran capaces de conquistarlas y luego hacer el amor con ellas. A Mario le gustaban las historias de borrachos arruinados por haberlo apostado todo, de mujeres que chillaban cuando estaban enfadadas y de ternura apabullante cuando la tormenta pasaba y tocaba reconciliarse, le gustaban las historias de peleas amorosas, de romances imposibles, de odios incurables. Mario no podía evitar imaginarse que él aparecía en todas las novelas que leía. Así había llegado a ser un aventurero cazador en mitad de la sabana africana, o un artista bohemio en el París de las vanguardias, o también un temerario reportero gráfico de conflictos bélicos. A Mario le gustaba oír silbar las balas a su alrededor atrincherado tras una barricada. Le gustaba sentir como sus dedos manchados de pintura acariciaban a su amada mientras dormía, pero sobretodo, lo que más le gustaba era imaginar que él mismo era quien contaba y escribía esas historias. Se imaginaba sentado en la buhardilla de un ático solitario al lado de un ventanuco con un flexo en la mesa, el cenicero a rebosar y miles de papeles por todos lados. Se imaginaba también en una casa con chimenea en mitad de las montañas, perfecta para poder escribir en paz cuando fuera famoso. Y también le encantaba imaginarse recogiendo premios rodeado de fotógrafos y firmando libros con mala cara pretendiendo parecer ajeno a todos esos halagos. Le gustaba especialmente la idea de poder asistir a importantes debates intelectuales para poder dar la nota diciendo tacos y hablando solo de follar y guarrerías por el estilo. Seguro que con solo un par de apariciones así las ventas de sus libros se dispararían. A todo el mundo la gusta odiar o admirar a la gente que tiene los cojones necesarios para decir la verdad. En fin, o sea que a Mario le gustaba leer.
Pero aquella noche cuando se dio cuenta se había fumando el primer cigarrillo sin llegar a abrir el libro. Así que soltó el libro en la mesa de mármol del porche y se recostó en el sillón de mimbre.
Luego una idea pasó por su cabeza. Se levantó del sillón para entrar en la casa. Buscó entre las estanterías y encontró un viejo cuaderno de anillas. Le limpió el polvo y buscó algo con lo que poder escribir. Solo encontró un boli bic sin capuchón ni taponcito de arriba. Estuvo un buen rato girándolo sobre el cuaderno y la tinta azul empezó a salir poco a poco. No era gran cosa pero sería suficiente. Salió al porche y acercó el sillón de mimbre a la mesa. Abrió el cuaderno por la primera página con el bolígrafo en la mano. Se inclinó un poco hacia la hoja. Luego levantó la vista y se volvió hacia atrás para buscar el tabaco y el cenicero. Se encendió otro cigarrillo.
Mirarte
Podía recordar conversaciones enteras que había tenido hacía ya muchísimos años. Podía repetir cada palabra, una a una, con total seguridad de que no se le olvidaba nada.
volver a hablarte
y escucharte
Mi táctica es...
quedarme en tu recuerdo
ser franco
Entonces Mario sintió que no estaba escribiendo él. Eran las cosas que recordaba, ellas mismas eran las que lo necesitaban a él para ser recordadas, para existir.
Mi estrategia es...
que por fin me necesites
Mi táctica es
mirarte.
Mi táctica es
aprender como eres,
quererte como eres.
Mi táctica es
hablarte
y escucharte,
construir con palabras
un puente indestructible.
quedarme en tu recuerdo,
no sé cómo, ni sé
con qué pretexto,
pero quedarme en ti.
Mi táctica es
ser franco
y saber que eres franca,
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
ni abismos.
Mi estrategia es,
en cambio,
más profunda y más
simple.
Mi estrategia es
que un día cualquiera,
no sé cómo, ni sé
con qué pretexto,
por fin me necesites.
Mario Benedetti (1920,2009)
miércoles, 13 de mayo de 2009
Gymnopédie nº1
Magda llegó a Madrid sola. Se bajó del autobús encendiéndose un cigarrillo y esperó fumando junto al maletero del autobús a que los demás pasajeros sacaran sus maletas.
Entonces pasó una nube por delante del sol. Magda se giró hacia fuera y se quedó mirándola. La nube flotaba en el cielo, despacio. Su forma cambiaba constantemente, muy poco a poco. Era una nube cualquiera como las demás, pero un segundo después, era otra nube distinta. Con otra forma, más o menos parecida a la anterior. Entonces, y sin ninguna explicación aparente, otra nube que andaba cerca se cruzaba en su camino. Las dos nubes iban poco a poco acercándose. Parecía que se atrajeran la una a la otra. Y así flotaban la una al lado de la otra hasta rozarse. Y entonces, tan solo un segundo después, las dos nubes se habían fundido en una sola que flotaba en otra dirección levemente distinta a la anterior. Magda siguió mirando embobada a las nubes hasta que se perdieron por el horizonte. Se sentía extraña. No sabía muy bien como se sentía. Tal vez no sintiera nada. Tuvo la sensación de que tenía que decir algo, pero no sabía muy bien el qué. ¿Qué significaba todo esto? Quien sabe. Además, ¿a quién le importa?
martes, 12 de mayo de 2009
Érase una vez... y lo fue
Marsias era un pastor que desafió a Apolo a un concurso de música. Había encontrado un aulos inventado por Atenea que ésta había tirado porque le hacía hinchar sus mejillas. Apolo tocó su lira y Marsias esta flauta, y ambos lo hicieron tan bien que ni Midas, al que habían invitado como juez, ni las Musas pudieron decretar un vencedor. Entonces Apolo retó a Marsias a tocar el instrumento del revés: él giró su lira y tocó, pero el aulos no podía tocarse del revés. Marsias lo intentó de todas las maneras posibles en vano. Al final se dio por vencido. Entonces las Musas declararon vencedor a Apolo, pero Midas objetó contra este veredicto. Las Musas estaban en mayoría y se negaron a ceder. Apolo, para castigar a Marsias por su soberbia y audacia al retar a un dios, le ató a un árbol y lo desolló vivo, dando su sangre origen al río Marsias…
En la mitología griega las Musas (en griego Μοῦσαι Mousai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y las ciencias. Eran bellas y siempre conseguían lo que ellas quisieran.
... Oh, dolida, por qué la reina de los dioses a sufrir tantas penas
empujó a un hombre de insigne piedad, a hacer frente…
Eso digo yo, por qué, por qué ...
martes, 21 de abril de 2009
Ojos Negros
Ernest Hemingway
Manolo no dejaba de mirar como sobresalía su tronco muerto sobre las copas de los demás árboles mientras sentía como la sangre caliente le empapaba su bota derecha por dentro. De vez en cuando movía su pie y tenía la misma sensación de cuando niño metía sus pequeños y desgastados zapatos en los charcos de la plaza del pueblo después de llover. La sangre de su pie se enfriaba muy rápidamente y sabía que era lo que mejor le podía pasar ya que al enfriarse no desprendía tanto olor, que aunque para él era casi imperceptible sabía muy bien que no lo era así para los otros habitantes del Monte Mateo. Cogió el cuchillo y cortó la pernera del pantalón de arriba abajo, a partir del bolsillo izquierdo. Separó la tela con las manos y se miró el muslo. Tenía una hinchazón puntiaguda y rojiza en forma de cono, y al palparla con los dedos sintió el hueso del fémur roto bajo la piel.
― Tendrá que hacerse. El barro lo pondremos la noche anterior, tendremos que bajar todos menos uno hasta el arroyo y mojarnos los pies. Para la tarde ya estará bien seco. Esa loma está en solana.
― Esperemos que apriete el Lorenzo como lo ha hecho toda la semana. Si no estamos jodidos, Manolo. Si no se seca el barro se reblandece la madera y entonces la habremos cagado hasta el fondo.
― Ya veremos, hermano ― dijo Manolo mirando hacia el cielo ― ya veremos.
Emilio había dejado una ramita con brea en la vera del arroyo atada a un pedrusco. Cuando se despertó bajó hasta el arroyo y había una mirla pegada en la brea, todo alrededor estaba lleno de plumones negros. La mirla había dado guerra toda la noche pero la brea era buena. Emilio la cogió y le retorció es pescuezo sin dudarlo. La metió en el zurrón y se la desayunaron a la plancha con un diente de ajo junto al eucalipto blanco. Fue lo único en lo que tuvimos suerte, pensó Manolo mientras sentía como la fuerza abandonaba sus manos apretando el rifle de ojos negros contra su pecho metido en el tronco del castaño.
Al caer la noche recordó que había guardado algo de pan y sobrasada en su zurrón envueltos en papel. Lo abrió y extendió la sobrasada por el pan con los dedos. Nada más terminar de comer se sintió el estómago lleno y relajadamente se dejó llevar por el sueño.
Un sonido que provenía del barranco lo despertó cuando aún no había abierto el día. Asomó la cabeza por el tronco vacío del castaño y pudo ver el cielo blanco del amanecer. Luego el sonido volvió a sus oídos. Eran López y sus hombres, habían encontrado los cuerpos de los milicianos batidos la noche anterior. Apenas le quedaban fuerzas para recoger el rifle apoyado entre sus piernas. La hemorragia parecía haberse detenido pero no sentía nada de cintura para abajo. Manolo sabía muy bien que significaba aquello. La perdida de sensibilidad es el primer y único buen síntoma de la gangrena. Sacó una bala de su bolsillo derecho con la mano temblorosa y la metió en la recámara del rifle de cazador de su padre. Le vino a la mente la primera vez que le dejó disparar.
―Tienes que cogerla así, firme, como a una mujer. Tu piensa que es esa niña de la aldea que te gusta, ¿como se llamaba?
― Lola.
― Eso es. Imagínate que es la cintura de Lola. No la agarres, abrázala fuerte, así.
Manolo cerró el cañón. Pensó en su madre, en el tacto áspero de sus manos que con cariño le acariciaba la cara. Sus ojos se llenaron de lágrimas que rebosaron por sus mejillas sin afeitar. Pensó en Ramón, en la última mirada que tuvieron en el aquel maldito barranco. Y pensó en Lola. En aquella tarde de romería que se subió con él en el caballo el día que la conoció, y en cómo le temblaban las manos aquel día a pesar de lo que le había dicho su padre. Pensó en su primer beso en el olivar del padre de ella, en su inocencia que tanto le hacía desearla. Pensó en sus manos, en sus muslos cálidos, en su boca, en sus ojos negros. Y entonces, y por primera vez desde que llegaron al Monte Mateo, se sintió seguro y a salvo. Cerró los ojos y dijo en tono suave.
― Espérame cariño, ya voy.
Manolo apoyó la culata del rifle contra el suelo mientras escuchaba a los hombres de López subir por el camino del valle.
martes, 14 de abril de 2009
Peces Extraños
they´re not gonna happen.
Thomas Yorke, In Rainbows
Tuve curiosidad y me lancé en la corriente hacía donde antes estaba el río, pero ahora solo era una especie de surco gigante que dibujaba una sinuosa herida dividiendo a la ciudad en dos. El agua reflejaba los rayos de luz en todas direcciones. Para que me entendáis, no se veían sombras por ninguna parte. Es más, nunca antes había visto mejor. Y por las ondulaciones del agua podía ver las corrientes y hacia donde se dirigían. Si cogías la corriente apropiada podías dejarte llevar y cruzar la ciudad en poco más de cinco minutos. Después de todo no iba a estar tan mal. ¿Qué sacrificios tendríamos que hacer? Hombre, si os soy sincero, lo primero que pensé fue en que ya no iba a tener que preocuparme por dejar de fumar. Olvídate de la contaminación, del papel, de coger el coche, olvídate de los atascos, del viento, de la lluvia, … ¡coño, estaba de puta madre! Pensaba en todo esto dejándome llevar de espaldas por una suave y cálida corriente.
martes, 7 de abril de 2009
Le Tour de la France
Mani volvía de dar una pequeña vuelta de treinta kilómetros en su bicicleta nueva por las afueras de la ciudad cuando entrando en el piso se cruzó con Valeriè en el ascensor. Para ser más exactos, esto fue lo que Valeriè se encontró cuando abrió la puerta del ascensor: a Mani metido en su ropa de ciclista de color amarillo chillón, con unas finas mallas rosa fuxia a medio muslo y un casco blanco con forma de huevo en la cabeza mientras se miraba los bíceps en el espejo y poniendo cara de machote. Por si fuera poco, Mani estaba hablando solo:
― ejem, bonjour… ― dijo Valeriè intentando hacerle sentir lo menos ridículo posible.
― Oh, hola. ― Mani bajó el brazo y sacó la bici del ascensor.
― ¿Eres amigo de Juan? ― le preguntó Valeriè.
― Bueno, eh, soy su compañero de piso... así que, técnicamente, no.
― Jeje … ¿? Yo soy Valeriè.
― Oh, encantado. Yo me llamo Mani. O como dirías tú, Maniù.
― ¿? Entonces, ¿eres un cyclisté?
― ¿Un qué? ― Mani se rascó la cabeza intentando comprender.
― ¿Un cyclisté? Tú sabes, con tu byciclètte.
― Oh sí, sí. Soy un apasionado del ciclismo. Hasta tengo una bicicleté estática, sabes. Y también corro, y hago abdominales, y por supuesto... les nalguès de hierro. ― dijo señalándose el culo bien apretado en las mallas rosa.
― ¿? Uh, tre bien, tre bien... Au revoir. ― Valeriè entró en el ascensor en cuanto pudo y pulsó el botón de la planta baja intentando no parecer asustada.
― Au revuá. ― dijo Mani. Yo estaba en el quicio de la puerta fumándome un cigarrillo despidiendo a Valeriè y pude ver toda la escena sin perder detalle. Le ayudé a meter la bici en el piso sin tirar nada y le saqué un acuarius de naranja de la nevera.
― Simpática, sí es simpática sí . Está buenísima, vaya.
― ¿Qué cómo lo hago? ¿De verdad lo quieres saber?
― Si, joder. ¿Cuál es tu técnica?
― Bueno mira, Mani, es así… ― yo en realidad estaba pensando en decirle que se quitara las zapatillas porque acabaría arañando la madera del suelo. Así que le solté sencillamente: ― Que quieres que te diga, tengo un talento natural.
― Mierda, eso no es una técnica. ― Cuando se enfadaba con esa pinta el espectáculo ya era total.
― Yo tampoco creía que lo fuera, pero tú me lo preguntaste. Anda cámbiate.
― ¿Así que sólo es eso? ¿Qué tienes un talento natural?
― Hey, todos somos buenos en algo, sabes Mani. Todos tenemos un talento especial. Tú, por ejemplo... ― me quedé mirándolo así metido bajo el cascarón de huevo que llevaba de casco, con sus zapatillas con las puntas hacia arriba y las mallas rosa y el maillot fluorescente ―… Tú, por ejemplo, … no tienes vergüenza.
― Hey para, para, no tienes ni puta idea. Esto es lo que llevan puesto en el Tour de la France. ― me dijo con un acento francés recién adquirido.
― Mira Mani, yo sí que acabo de darme una vuelta por el Tour de la France, y la única cosa que llevaba puesta era un condón.
lunes, 6 de abril de 2009
Para todos mis fans, con amor
Buenas. Prometeo os odia a todos los que leéis esto, uno por uno.
Porque solo os interesa la peor basura de personajes sin valores ni ambiciones, únicamente preocupados por sí mismos y por sus propios sentimientos. Como vosotros mismos. No pretendéis aprender nada en absoluto, no buscáis nada de provecho. Solo perder el tiempo. Os encanta perder el tiempo leyendo mierda en Internet. Es lo que más os gusta después de intercambiar fotos de vuestros culos a través de redes sociales en las cuales solo hay gente preocupada porque sus propios culos parezcan muy felices y enrollados ante los demás. Aquí dan igual tus problemas. Aquí todo el mundo entra a enseñar lo guapo que tiene el culo. Y a vosotros, pandilla de membrillos, parece que os ha resultado muy interesante el mío, que para nada lo es.
Me gusta sobretodo la típica pregunta de si esto o aquello fue verdad. Me encanta porque es la mejor señal de que os tragáis toda la mierda que a mí me sobra por dentro y es una satisfacción personal saber que todo esto va a parar a algún sitio. Yo me desahogo de todo lo que me toca las pelotas porque no lo entiendo y vosotros me las cogéis. A mí es que nunca me ha gustado desperdiciar nada.
Pero espero que esto último que he dicho no os incite a invitarme a leer vuestro blog, si es que lo tenéis, porque ya os digo desde ahora que me importa un pepino lo que escribáis, si es que tenéis los huevos para hacerlo.
Os ruego, algo mejor que escribir, ¿sabeis que podeis hacer? Tengo algo para proponeros:
¿Por qué no comprarse un arbolito de navidad, cortarse las pelotas y colgarlas? Y en lugar de lucecitas, meter los dedos en el enchufe. Y colgar en este arbolito a todos los hijos de puta que os han jodido durante todos los días del año. A todos: a tu jefe, al que te suspendió con un 4,7, al que te debe dinero, al que te clavó la puñalada trapera, a ese que te dijo, yo te llamo, o ese otro que te dijo, solo la puntita, etc. Colgar a todos esos de este arbolito va a ser una de las cosas más entretenidas que podréis hacer durante todo el año y sin salir de casa. Y allá arriba, donde poníais la estrellita de belén, allí en lo más alto, clavad en la rama a ese hijo de puta que tenemos bien cerca, que siempre tenemos uno. Ese que nada más vernos ya se le cambia la cara pensando en como te va a joder el día entero. Tú, mamón, sí, a ti me refiero. Te voy a sentar el culo ahí arriba de la rama hasta que te salga por la boca, hijo de puta. Y por dios te juro, que te vas a quedar ahí arriba hasta que te mueras, hijo de la gran ...
PS: y si alguien tiene algún problema con lo que acabo de decir, que me deje un email o me postee un mensaje personal que mañana mismo lo miro. Hala.
miércoles, 1 de abril de 2009
¿Crisis?… ¿Qué crisis?
Robe estaba sentado en el sillón de su despacho delante del ordenador esperando que el teléfono sonase con una voz al otro lado que le anunciara algo nuevo de trabajo. Llevaba dos meses aparentando estar muy ocupado, pero lo cierto era que su sello discográfico no había recibido ni un solo encargo en algo más de cuatro meses. La situación empezaba a resultar preocupante y sin signos de cambiar para bien. De vez en cuando giraba la vista hacia el teléfono y comprobaba que estaba conectado. Se encendió otro cigarrillo y cogió el teléfono. Llamó a Rebeca, su mujer, para avisarla de que llegaría tarde. Cuando Rebeca descolgó el teléfono apenas pudo oír su voz ya que a ella siempre le gustaba tener la música a todo volumen. Le explicó a gritos que se quedaría un poco más en el trabajo para poder acabar unos asuntos, pero lo cierto es que no le apetecía volver a casa con la sensación de haber perdido el día entero sin dar un palo al agua. Lo único que había hecho de provecho era mirar las fotos pornográficas que su amante cibernética le había mandado en su último email donde salía ella vestida de cuero negro en atrevidas posturas con una frase abajo que decía: Espero que te gusten.
Robe llevaba un sello discográfico de música que a la vez funcionaba como grupo editorial de nuevas promesas de la literatura underground de la ciudad. Tenían su propio estudio de grabación, equipo de distribución, rotativas y todo tipo de contactos para sacar a delante siempre buen material y sobretodo fresco. Robe siempre había tenido buen ojo para los nuevos talentos.
Pero desde que empezó la maldita crisis no habían sacado ni un solo disco ni libro nuevo. Todos los contactos de los buenos tiempos empezaron a cancelar sus líneas telefónicas y los clientes que antes se peleaban por una reunión con él ahora parecían haber sido tragados por la propia tierra. No tenía explicación y lo único que sentía que podía hacer era encenderse otro cigarrillo y esperar.
Volvió a mirar su correo electrónico por cuarta vez consecutiva y apagó el ordenador. Se montó en su coche y paró en el bar donde antes siempre celebraban las firmas de los buenos contratos o la entrega de los buenos proyectos. El bar estaba vacío. Ni siquiera estaba la tele. El camarero le explicó que la tuvieron que quitar porque los habían denunciado por no tener licencia. La gente se estaba volviendo loca. Robe se bebió su cerveza y cuando se disponía a irse entró Iván, un antiguo amigo suyo. Hacía años que no lo veía. Iván le contó que acababa de cerrar su negocio de exportación debido a la crisis. Sus planes eran irse al campo con su novia, a un pequeño cortijo familiar en mitad de la sierra donde tenían huertas y criaban animales. Pero Iván no parecía muy convencido. Cuando salieron por la puerta le confesó que la empresa había dejado numerosas deudas pendientes que le resultaban imposibles de pagar y tenía que desaparecer por una buena temporada o acabarían embargándole el piso y el coche. Robe escuchaba atentamente mientras su amigo desesperado le agarraba del brazo.
― Lo siento Lidi. Lo siento de veras, pero no puedo. Nosotros también estamos fatal. No hay un duro y nadie sabe de donde sacarlo. Está la cosa muy chunga, tío.
― Ya, bueno, está bien. No te preocupes, algo se me ocurrirá.
― Ya, bueno, eso espero. Venga nos vemos. Suerte, Lidi.
― Adiós, Robe.
― No, gracias. Tengo que decirte algo, Rebeca. ― ella movía la cabeza sacudiendo su larga melena negra al compás frenético del trash metal casi sin escuchar la voz de él que le llegaba a lo lejos ― Rebeca, escúchame. ¡¡Rebeca!!
― ¡¿Qué?!
― ¡Tengo que decirte algo, nena!
― ¿Qué? ¿Qué me tienes que decir? Huala, ¡esta parte de la canción me encanta!
― Rebeca, te quiero, nena ― Rebeca sacudía la cabeza de un lado a otro gesticulando con las manos durante el solo de guitarra eléctrica abriendo mucho la boca y cerrando los ojos mientras Robe intentaba llamar su atención de pie delante de la mesa cubierta de polvo blanco y botellines de cerveza― Te quiero demasiado, nena.
― ¿Quieres follar? Me puedes estrangular si quieres. Así del cuello mientras me corro, como la última vez. Fue brutal, me corrí dos veces seguidas como una perra.
― Bueno, ahora mismo no sé si podría hacértelo otra vez. ¡Escúchame cariño!
― ¡Está bien, tómatelo con calma, nene! ¡Relájate, estás muy tenso! ― Rebeca hablaba sin parar de bailar sentada en el sofá ― Anda cariño, date una ducha, te dejaré aquí tus rallas, te juro que no las tocaré. Te lo juro― dijo besándose el canto de la mano.
― ¡No es por la coca! ¡Es por el trabajo! ¡Santo Dios! ¡Rebe, me tienes que escuchar a veces! ― robe se sentó a su lado y cogió un botellín de cerveza.
― ¡Está bien, está bien! ¿Pero qué te pasa? ¿De qué diablos estás hablando? Te encanta tu trabajo, naciste para ser un diez por ciento. Es lo que se te da mejor hacer, cariño.
― No, nena, me tengo que bajar del tren, me está matando. ¿Sabes qué? Tal vez tenga que producir algo. No sé, sacar algo nuevo yo mismo. Últimamente no tenemos muchos encargos ¿Me estás oyendo? ¡El sello se va a ir la mierda!
― ¿Qué dices? A la mierda te vas a ir tú. ¡Tú no eres creativo! No has hecho una mierda creativa nunca desde que nos conocemos. Lo que no es algo malo, sabes. Pero tú tienes que sellar, es lo que haces, y lo haces jodidamente bien.
― ¿Y si no pudiera hacerlo más? ¿Y si me pasara algo y no pudiera hacer nada? ― dijo Robe levantándose del sofá.
― ¿Cómo qué? ¿Como terminar en una maldita silla de ruedas? ¿Torcido y deforme? ¿Pero qué mosca te ha picado a ti ahora?
― ¡No me estás escuchando, mierda! ¡Nunca me escuchas, mierda! ― Robe subió las escaleras hacia el baño y la dejó hablando sola en el sofá.
― Te estoy escuchando, nene. Estoy justo aquí… No me he movido de aquí ― dijo Rebeca inclinándose sobre la mesa y esnifando otra ralla.
miércoles, 18 de marzo de 2009
La Bohème
Me despertó de la siesta echándose a mi lado en el sofá. La dejé jugar un rato. Me hacía cosquillas por el pecho y en la barriga, le gustaba meterme el dedo en el ombligo. Tenía una extraña fijación con esto que me resultaba graciosa porque ella no tenía ombligo. Le habían dejado el ombliguito un poquito hacia fuera. A ella no le gustaba su ombligo. Decía que si lo tuviera bonito se haría un piercing, pero que no le gustaba como lo tenía. Yo no decía nada. Me miró. Le dije que me gustaba su ombligo. Y volvió a meterme el dedito en el mío.
― Un poco. Pero solo a lo grande. Ese es mi fallo.
― ¿Me enseñarás a jugar a lo grande?
― Claro.
― Yo nunca he ido a un casino. Y el de Said es el más lujoso de la ciudad.
― Ahora que lo dices, ¿sabes cual es la primera regla que tienes que aprender antes de jugar?
― No.
― Aprender a vestir. El y ella siempre tienen que estar impecables. Nos vamos de compras ― sin duda le gustó mucho la idea.
― Estás preciosa ― se la veía muy contenta con su vestido. Sus ojos brillaban de ilusión en el espejo.
Ella consiguió encender la radio del coche después de investigar un buen rato como funcionaba y saltó una música de ópera que nos iba muy bien con nuestra pinta. Nos miramos y nos dijimos “vaya, perfecto”. Yo la reconocí al escuchar un pasaje que me sonaba un montón. Era José Carreras en La Bohème de Puccini. Le conté la historia de Rodolfo y Mimí mientras ella se repasaba las pestañas con rimmel mirándose en el espejo del coche.
― ¿Y qué dice Rodolfo?
― Dice que tiene mucho frío y tiene que quemar sus poemas en la chimenea para poder calentarse.
― Oh, pobrecito. Eso sí que es un artista.
― Y esa es Mimí.
― ¿Y que dice?
― Dice que le va a traer leña. Se han cogido de las manos y le dice que las tiene muy frías.
― ¿Acaban juntos?
― Sí, van camino de la buhardilla de ella.
― ¿Ya? Joder con Rodolfo, no pierde el tiempo. ¿Y como acaba?
― Viven muy felices, aunque pobres, hasta que ella enferma justo cuando él está a punto de dejarla por otra.
― No jodas, que cabrón.
― No creas, lo que le pasa es que le pierden los celos. Pero luego vuelve y se queda con ella hasta que muere. Mimí tiene un final muy triste, aunque dime una opera que tenga un final feliz.
― Es verdad, ella tose. Pobrecita Mimí. Se nota que lo quiere mucho.
― ¿Por qué lo dices?
― Le tiembla la voz, es muy tímida. Lo quiere demasiado.
― Sí, creo que sí.
― Qué bonita. Sabes, puedo imaginarme como se cogen de las manos cuando hablan. Quiero ir a verla. No se me olvidará. Nunca he ido a la ópera.
― ¿Esa es la segunda regla?
― Sí, y la tercera y la cuarta. Una por cada carta.
― Ahá, ¿algo más?
― Sí, pero juguemos. Así es como se aprende. Vamos a comprar las fichas. ¿Cómo vamos a jugar?
― ¡A lo grande!
― Eso es. Esa es mi chica.
― Joder, que guay. Casi me da algo ― se acercó a mi oído izquierdo y me susurró ― estoy tan excitada que te hacía una mamada por debajo de la mesa mientras los desplumas a todos ― Se me escapó la risa y nos miraron todos los de la mesa. Luego le dije por lo bajo:
― En la siguiente mano quiero que mires al viejo calvo de al lado. Está mirándote las piernas. No intentes mirar sus cartas, tú solo coquetea un poco con él. Dile algo simpático. Nos lo vamos a fundir.
― Okey, como mola…
― ¿Ahora? ¡Pero si estamos en racha!
― Precisamente, la racha es el peor enemigo del jugador. Toma, déjale propina al chico y vamos al bar. Sexta regla: nunca tientes al destino.
― ¿Una mesa privada?
― Sí, las apuestas van al doble y juega la casa. ¿Sabes que es un primo?
―Claro, el viejo de antes era un primo perfecto.
― Un número primo, me refiero.
― ¿Eh? Ah, sí. El siete y esos, ¿no?
― Un número primo es el que sólo es divisible por uno y por sí mismo. Dos, tres, cinco, siete y once.
― Ahá, ¿y?
― Estate atenta cuando veas uno sobre la mesa. Esas cartas las jugaran todos los jugadores y a nosotros solo nos repartirán dos. ¿Lo pillas?
― Creo que sí.
― Estupendo, vamos.
― ¿Quieres que me ponga lentillas?
― Ni hablar ― dejaba su mano en mi pierna de vez en cuando para mantenerme constantemente excitado. Éramos la envidia del casino. Vaya dos personajes.
― Mira ahí atrás, ese de las gafas, ¿lo ves?
― Sí.
― Es el director ― el hombre se acercó muy educadamente y dijo sobre la mesa:
― ¿Tan pronto? ― le contestó ella.
― Casi es de día, señorita.
― La casa tiene que retirarse ― dijo el director sensiblemente afectado.
― ¿La casa tiene sueño? ― le dijo ella con la frente muy alta. Menuda zorra.
― En efectivo, billetes grandes, por favor. Se ha hecho tarde ― dije con mi puro en la boca y levantándome de la mesa. La cogí por el brazo y fuimos a cobrar. Estábamos rodeados de gente. Parecíamos dos actores de Hollywood. Ella sonreía a todo el mundo. Estaba en su salsa. Ni siquiera se había acordado de su ex. Entonces la apreté contra mí y le dije:
― Hemos triunfado esta noche. Lo he pasado en grande.
― Te queda de muerte ese vestido.
― Pues espérate a ver lo que llevo debajo. Vas a flipar.
domingo, 15 de marzo de 2009
Rosas Carnívoras
Termino una y empiezo con otra.
No hablo de mujeres, es cosa de letras, idiota.
Saturnino Rey, Los Veteranos
― ¿Dónde esta? ¿Dónde está qué?
― ¡¿Dónde está esa zorra?!
― ¿Qué?
― Puedo olerla hijo de puta. Ha estado aquí. ¿Ha estado aquí verdad?
― Pero de qué estás hablando, aquí no ha …
― ¡Ha estado aquí! ¡Ha estado aquí, hijo de puta! Conozco este olor…
― Espera, deja que te lo explique. A lo mejor es por una amiga que acaba de irse. Venía de estar con un chico y seguramente …
― ¡¡Nooo!! Cabrón hijo de puta, no me creo nada de ti, ¡nada! No me empieces con tus historias, eh. ¡A mí no me vengas con tus historias! ― era inútil así que volví a sentarme en el suelo mientras ella se ponía de puntillas olisqueándolo todo. Se agachó sin acercarse a mí y me cogió de la camiseta y la olió. No parecía contentarse con eso. Así que la dejé pasear su pequeña naricita respingona por el sofá, por las cortinas y hasta por mis pantalones que estaban colgados en una silla desde hacía dos días en busca del rastro femenino. Le pegué otro buen trago al whisky sentado en el suelo y solté un sonoro eructo. Me lanzó una mirada afilada, pude leer en sus ojos. Creía que intentaba disimular el rastro de perfume con el olor del whisky. Luego se sintió un poco decepcionada de su primera intuición. La muy zorra era lista. Siempre me han gustado las mujeres inteligentes. Aunque también me gustan las tontas. Pero no es lo mismo. Ni de coña.
― ¿Ya te vas? Pero si acabas de llegar y solo has hecho olisquearlo todo de manera acusatoria. ¿Y ahora te vas?
― Sí.
― ¿Y para que has venido? Si puedo saberlo.
― Cosas mías. Adios.