domingo, 22 de febrero de 2009

Me hechizó, y ya no supo cómo deshacerlo.

Érase una vez, escribí una historia. La gente parecía entenderla, así que escribí otra y otra más. Así fue cuando internet apareció golpeando en mi puerta. Tan pronto como subí algo mío a la red puse mis labios alrededor de la erección divina que esta industria es y chupé fuerte, tal como una buena puta debería.

― Uau. Escribes fuerte. Mola. No me gustan los libros fríos. Ya sabes que me gusta leer en la cama.

Laura me había invitado a su casa a ver una película en el sofá. Cuando me invitaba en este plan ya sabía lo que podía pasar. Hacía casi tres años que ya no estábamos juntos pero, luego de una pausa de un año sin apenas contacto, seguimos teniendo un sexo increíble, y mucho más relajado. Cuando iba de camino a su casa paré el coche en la puerta de una tienda que había en su calle y compré una botella de rivera y dos paquetes de cigarrillos. Habíamos visto la película mientras nos bebimos el vino y luego quiso que le enseñara lo último que había escrito. Me quedé mirándola todo el tiempo mientras ella leía. Parecía gustarle. Me gustaba mirarla. Nunca pude disimulárselo. Cuando terminó de leer se giró hacia mí con una mirada pícara y me dijo:

― ¿Qué pasa contigo? Pareces un poco...

― ¿Alegre?

― Sí.

― ¿Diabólico?

― Precisamente.

― ¿Feliz?

― Incluso.

― Bueno, tal vez conocí una chica. ― Le dije sonriendo. Me gustaba picarla. Entonces se levantó del sofá y se paró delante mía de pie metida en su albornoz verde marino.

― ¿Quieres hacerme un favor? ― me preguntó.

― Claro que sí. ¿Qué pasa?

― Por favor, dime lo que piensas. ― entonces se desabrochó el albornoz y pude seguirlo con la mirada hasta caer al suelo. Recorrí su cuerpo desnudo delante mía de arriba a abajo sin perder detalle.

― Uau ¿Sinceramente?

― Sí, sinceramente.

― Cuando una mujer te dice eso debes tener mucho cuidado con lo que dices, sabes.

― No tengo tiempo de jugar a juegos, Al. Necesito saber la verdad. Mis pechos, ¿qué te parecen? En serio.

― Me resultan muy morbosos. Prometen una suavidad muy excitante.

― ¿Crees que son demasiado pequeños?

― ¿Demasiado pequeños para qué?

― Quiero que me los agranden.

― No, son absolutamente casi perfectos. Da igual desde donde los mire. Se ven igual de tersos. Me gusta como apuntan hacia arriba cuando estas delante mía así de pie.

― Siempre te gustó hacérmelo de pie ¿Y mis labios, que tal?

― ¿Tus labios? Sumamente besábles.

― No esos labios. Éstos. ― dijo señalándose el sexo.

― ¿Qué pasa con ellos?

― ¿No crees que están demasiado fláccidos?

¿Qué?

―¿Blandos? Estaba pensando en solucionar eso. Rejuvenecimiento vaginal. ¿Oíste hablar de eso? Los recortan un poco. De ese modo no se ven como carne pasada.

― Que extraño… Creo que acabo de perder mi hombría y me está entrando hambre al mismo tiempo. Olvida lo de los labios. Por otra parte, bueno, se nota que tienes abundante vello púbico, aunque lo arregles de esa manera tan sutil, lo cual me parece genial. No me gusta la sensación de tocar a una menor.

― Gracias.

― Es un placer.

― ¿Quieres hacerme otro favor?

― Por supuesto. Ya que estamos.

― ¿Quieres follarme? Mi último ligue hace semanas que no me llama por culpa de una niñata y ahora todo lo que quiero es ser follada por un tío al que realmente le gustan las mujeres. Si te parece bien.

― Eres una titán muy viciosa. ¿Lo sabías? Ven aquí.

Habíamos puesto música y recuerdo que lo hicimos en el sofá con un blues de fondo muy intenso y caliente.


… I put a spell on you
’cause you’re mine

You better stop the things you do
You know I can’t stand it
You’re runnin’ around
I can’t stand it cause you put me down

I love you anyhow
And I don’t care
If you don’t want me
I’m yours right now

You hear me
I put a spell on you
Because you’re mine

And you know it…


― ¿Puedo preguntarte algo?

― Si no hay remedio…

― Cuando estabas conmigo, ¿yo era importante para ti, Laura? Quiero decir, ¿Alguna vez… ¿Alguna vez te hice sentir estúpida?

― No fuiste malo, no. Pero eres duro con la gente, Al. Hay que tener mucha paciencia contigo cariño. Yo ya estoy acostumbrada. Pero vuelves loca a cualquiera con tus rayadas, cielo.

― Desearía ser diferente.

― Yo también. Pero no lo soy. ¿Sabes? A veces me imagino que estás aquí conmigo en la cama.

― ¿Ah, si? ¿Y qué hacemos?

― Nada. Solo me abrazas.

― ¿Por detrás?

― Y por delante.

― ¿Y solo eso? ¿No te toco?

― Casi nunca. Tampoco hablas. Solo suspiras y dices hummm.

― ¿Y como te sientes?

― Muy tranquila y relajada. En paz. También te gusta besarme en la nuca, donde empieza el pelo. Pero muy suavemente. Casi sin rozarme.

― ¿Y luego que pasa?

― Que me duermo enseguida.

― No me necesitas para nada.

― Todo lo contrario. Quédate. Tengo un montón de cosas que quería contarte.

― Genial.