Concha se levantaba cada mañana. A las siete.
No le quedaba más remedio.
Tenía siete bocas que alimentar. Siete.
Concha tenía un marido que la quería.
Un marido que fue barbero. Que se sepa:
Barbero, vigilante nocturno y tornero.
Concha sabía hacer las mejores papas con bacalao.
Sabía sacar diez filetes de un cuarto de carne
Y todavía dejaba algo pal vecinito de al lao, el pobre.
Concha dormía con su marío en su dormitorio.
Con su marío y los dos más pequeños en su mismo cuarto.
Y por si dios quería, todavía guardaba sitio. Por si acaso.
Concha vivió en el monte, en la sierra y en la aldea.
Vivió en los pajaritos, en la calle feria y la macarena.
Pero esta mañana Concha no se levantará a las siete.
Porque esta noche es suya. Esta noche le pertenece.
Cuando esta noche lo encuentre se tirará a sus brazos
Sin importarle nada, ni cuanto, ni ande.
Porque cuando es lo que hay,
… es lo que hay.