“Como un aullido de lobo con la luna llena de fondo. O como Beethoven de perfil sacudiendo su melena al dar el primer acorde. Joder, así me gustaría a mí empezar una historia. Reventando. A tomar por culo todo. Como un halcón que cae en picado sobre una perdiz que no tiene tiempo para darse cuenta de nada. O como una bomba lapa en el bajo de un coche que explota al hacer contacto la llave y levanta el coche hasta un quinto piso dejando en el suelo un socavón de cuatro metros. A chuparla. Es lo único que se puede decir. La historia ya ha comenzado…”
― Dame uno.
― Bien, humm como los viejos tiempos. Sé directa, quiero saberlo todo. Aquí vamos. Dime la brutal verdad. Destrózame. Adelante.
― No puedo…
― ¿O quizá prefieres que me de la vuelta y me ponga en pompa para que así puedas lamer mejor, eh, qué me dices?
― No puedo, Al. Ya estás otra vez, no me estás escuchando... ― dijo bajando la cabeza.
― Venga ya. Te encanta hacerme pedazos ¿Acaso no es divertido cuando te doy permiso? Venga mírame, Clara. Mírame. ― no quería mirarme a los ojos ― Oh, no. Clara… No puede ser. ¿No la leíste? ¿No la leíste, verdad? Mierda, no la leíste. ― dije levantándome de la cama.
― ¡No puedo leerla, Al! No puedo... ― le oí decir mientras yo daba vueltas por el cuarto.
― ¿¿Por qué no??
― ¡Por qué no puedo volver atrás! Esta parte de mi vida termina aquí. Ya se acabó.
― Se me vienen muchas cosas a la mente y que quisiera decirte. Pero ahora mismo solo se me viene una sola cosa y es: ¡Joder, Clara, acabamos de follar! ― le grité.
― ¡Joder, cállate!― dijo tapándose los oídos.
― Callarme no hará que desaparezca.
― ¿Pero por qué te ibas a arrepentir? Te has corrido tres veces.
― ¡Cállate!
― Bueno, dos, … ¿dos y media?
― Está bien, ahora si me arrepiento.
― Está bien, ya paro. ― le dije mientras volvía a sentarme en la cama. Me cogió de las manos.
― Al, el hecho de que escribieras esto es increíble. Estoy muy orgullosa de ti. Y estoy contenta de que finalmente tú continúes con tu vida y es maravilloso. Pero tienes que hacerlo tú solo. ¿Entiendes?
― ¿Y si no quiero, Clara? ¿Y si no quiero hacerlo solo?
― ¡Al! Yo ya no te quiero. Quiero a Carlos. Y me voy a ir con Carlos, y … necesito que lo aceptes. Lo necesito de verdad. Tú mismo fuiste quien me animó a irme, Al. ¡Tú!
― Soy un maldito capullo hijo de puta. ― dije mientras volvía a ponerme de pie ― Clara, ¿eres feliz?
― ¿Qué?
― Es una pregunta simple. Que si eres feliz.
― Yo ya no sé ni siquiera qué significa eso.
― Muy bien, te lo preguntaré mas directo: ¿Te hace feliz ese Carlos?
― Sí.
― ¡Maldita perra! ¡Mentira cochina!―le grité la sacudiéndola por los hombros.
― Jajaja, ¡En serio! Me hace feliz. De verdad.
― ¿Del modo en que yo te hago feliz?―le dije poniéndome de rodillas en el suelo.
― ¿Tú? ― me cogió la cara en sus manos dulcemente y me dijo ― Tú me vuelves loca.
― ¿Así que no te hago feliz? ¿Te vuelvo loca?
― Claro que sí. Quiero decir, hubo una época en la que me hiciste feliz. Pero después me volviste loca y eso también estuvo bien, … por un tiempo. Pero después yo… Yo he evolucionado.
― Ah, ya. Has madurado más que yo. Entiendo. ― le dije poniéndome de pie otra vez.
― Sí, sí, precisamente.
― ¿¿Y yo no??
― No. Tú no.
― Pues, ésa es una forma terrible de resumir una relación.
― Bueno, ¿y cómo la resumirías tú?― me preguntó mientras me asomaba al balcón. Me quede un buen rato pensando. Miré una pareja de ancianos que cruzaban la plaza cogidos de la mano. De repente pensé que esta sería probablemente nuestra última discusión. Le contesté con la mirada perdida hacia la plaza.
― Yo diría que nos queríamos demasiado. Y creo que cometimos el error de hacerlo bien a la primera. Nos conocimos y enseguida lo supimos. Solo tuve que mirarte dos veces a los ojos cuando ni siquiera conocía tu nombre. Y eso nos presionó demasiado. Y colapsamos. Plumm Como aquella vez que nos caímos borrachos por las escaleras. ¿te acuerdas?
― Jajaja Sí, cuando intentaste subirme en brazos y nos caímos de culo hasta el portal... Y luego lo hicimos en el suelo del rellano. ¿Te acuerdas?
― ¿Lo ves? Si te puedo hacer reír así, ¿por qué no podemos estar juntos? ― le pregunté volviendo a la cama junto a ella.
― Eso es lo que no entiendes. ― me volvió a coger las manos y mirándome a los ojos me dijo ― ¿Sabes por qué? Porque tú no quieres estar conmigo. Crees... Sé que crees que quieres. Pero si me entregara a ti, acabarías decepcionado otra vez, porque tú no estás enamorado de mí, Al. Estás enamorado de la idea. De la idea del amor.
― ¿Y tú, cómo puedes ser tan guapa y estar tan equivocada?
― Todas estas cosas que se supone que no deben pasar, pasan, cariño. Y lo que pase a partir de ahora solo dependerá de ti. ― dijo cogiéndome la mano y besándomela.