miércoles, 7 de enero de 2009

Todo es perfecto cuando el locutor anuncia tu canción y te pones a cantar

Yo vivía en la Alfalfa en un pequeño estudio con un balconcito hacia la plaza en el que solo cabía una persona a la vez apoyada en la barandilla. El balconcito tenía por costumbre mantenerlo cerrado durante el día, especialmente por las mañanas ya que tenía la cama justo al lado y yo dormía hasta el mediodía religiosamente. Pero por las noches cuando llegaba Lucía nos gustaba turnarnos para asomarnos un rato antes de acostarnos. Todas las noches nos asomábamos a altas horas de la madrugada y todas las noches ocurría algo curioso. Era la hora del show del balcón.

-Hey artista, abre ahí a ver que pasa abajo, a ver si vemos otra parejita como la de ayer.

Me acerqué hasta el balcón y lo abrí de golpe porque esa era la única manera de hacerlo ya que se notaba que el suelo del estudio lo habían reformado dejándolo sensiblemente más alto que el antiguo y las puertas del balcón rozaban demasiado contra el suelo dejando dos surcos circulares que me había preocupado personalmente de mantener a base de cargarme a patadas las puertas. En eso estaba cuando de repente vi caer por delante de mis narices un cuerpo a toda velocidad hasta el suelo. Fue como una broma pesada que no te esperas y que te deja seco en el sitio.

-Oye Luci, acabo de ver caer a un tío por el balcón.

-¿Que dices, tú?

-Lo que oyes, que acaba de tirarse un tío desde el piso de arriba y esta ahí abajo contra el suelo, me cago en la hostia, ¡ven, corre! Está ahí tirado justo debajo del balcón. Ven mira, asómate.

Me salí del balcón para dejar que mi chica mirara el cuerpo del viejo boca arriba contra el suelo.

-Oh, dios mío, ¿pero que hace ahí?

-¿Pues no te enteras? Que se ha tirado desde el piso de arriba te digo. Lo he visto volar por delante de mi cara cuando abría el puto balcón. Lo he visto caer así, zas, y ya está.

-No me jodas, pero si ese tío es el guiri borracho del bar de antes, el que estaba bailando solo en la puerta del bar cuando salíamos.

-No me jodas, déjame ver, déjame.

-Ay bruto, no empujes, mira, mira es él, te digo que es él, me fijé en su cara cuando salíamos. Pasamos por su lado y olía fatal, no debía de tener ni bañera el pobre.

-Creo que nuestro amigo tenía otros problemas a parte nena. Nadie se tira por un plato de ducha. Joder, se está levantando, está vivo el cabrón, mira. Madre mía pero si ha tenido que pegar en plancha contra el suelo.

-¿Cómo? ¿Qué está vivo? Ay, déjame ver, déjame verlo, no me lo puedo creer. ¡Quita de en medio! Joder, es verdad. ¡Oiga! ¡Oiga! ¿Está usted bien? ¿Le duele algo?

-Oui.. oui mademoiselle, disculpez vous, où ma maison est-elle ?

-¿Qué dice? Oye tú, no sé lo que dice, me esta hablando en francés. Oiga señor, no-lo-sé, Yo no parlé francés. ¿Qué dice este loco? Míralo, se está levantando. Y ahora se va. Míralo como va, si no puede ni andar. ¡Oiga! ¿A dónde va? Joder con el francés.

Yo me volví a la cama, me encendí uno de sativa y tumbado boca arriba miré las grietas que recorrían todo el techo de escayola. Cerré los ojos un momento y pude oír como el gabacho suicida se tambaleaba de lado a lado de la plaza preguntándole algo a los árboles que no llegaba a entender. Luci lo siguió con la mirada un rato más hasta que se perdió por alguna esquina. Cerró de dos golpes el balcón y de un salto se metió de vuelta en la cama acoplándose a mi espalda con dos suaves movimientos de cintura.

-mmm, Qué calentito tienes el culo, me encanta.

Nos estábamos acostumbrando ya a cualquier cosa. No estaba mal.