miércoles, 21 de enero de 2009

La Dame du cinéma

Fue en los cines del centro comercial Alcampo, en la Ronda del Tamarguillo, antes de que los cerraran por falta de público. Había ido una vez antes de aquel día y solo me pareció ver a cuatro o cinco personas en toda la sala. Era el típico centro comercial con tiendas de ropa, complementos, cafeterías e incluso un Pryca en la planta baja. Nadie solía ir allí al cine porque cerca estaba el multicine los Arcos que ofrecía una oferta más variada de películas. Por otro lado nadie nos conocía por esa zona. Esa fue la única razón por la que una hora antes me había llamado ella para vernos directamente allí, sacar las entradas y tomarnos una copa antes de entrar a ver la película. La encontré esperándome en el bar sentada en una mesa con las piernas cruzadas y un vestido negro muy apetecible. Cuando nos levantamos de allí para ir al cine y me preguntó que si estaba listo para ver la película ya supe que tenía uno de sus jueguecitos preparado para aquella tarde.

Era el pase de las ocho de la tarde de un jueves. Todo el mundo estaba de compras. Teníamos dos entradas para la película menos comercial de la cartelera. Una francesa en versión original cuyo título no recuerdo ahora. Cuando entramos en la sala, justo antes de empezar la película solo había dos personas sentadas a mitad de la sala en la parte izquierda. Con la mirada me indicó que entrara en la última fila de la derecha hasta el penúltimo asiento. Aquella cita había sido idea de ella así que obedecí sin rechistar. Así que nos sentamos al final de la fila. Entró otra pareja más en la sala y se sentaron a más o menos la mitad de la sala en la parte derecha. Habían pasado por la puerta y ni siquiera nos habían visto. Habíamos escogido un buen escondite para aquel juego. Esperamos pacientemente hasta que la luz bajó gradualmente, poco a poco, hasta hacerse la oscuridad en toda la sala.

Solo se veía la lucecita de la puerta de emergencia. Comenzaron los títulos de la película. En mitad de la oscuridad entró otra pareja cogida de la mano y se sentaron a mitad de la sala en el lado izquierdo. La chica al sentarse se giró hacia atrás y distinguió nuestras siluetas al fondo. Fue la única persona que se percató de nosotros pero no prestó mucha atención y se sentó al lado de su pareja. La película empezó.

Iba de una pareja que estaba discutiendo, en francés por supuesto. Ella estaba enfadada con él porque había llegado algo borracho. Ella también se había bebido media botella de vino tinto durante la cena. Hablaban de que estar un poco aburridos el uno del otro. Proponían darse un tiempo, hacer una pausa en su relación. El estaba de acuerdo. Resignado aceptó. Esa noche dormiría en un hotel. A los pocos días conoció a una chica joven que resultó ser muy simpática. El se percató de que le gustaba a la chica. La invitó a salir y ella aceptó ilusionada, se le veía en los ojos. En ese momento sentí su mano derecha rozar suavemente la mía en el brazo de la butaca. Yo no aparté la mano, al contrario, correspondí a su leve caricia con otra, en respuesta a la suya. Su hombro se pegó al mío. Nuestros brazos estaban juntos. La miré. Sonreímos. Seguimos mirando la película sin hacerle mucho caso.

Como era previsible la chica se enamoró del hombre en la primera cita. Estaba deseando que la volviera a invitar a salir. Se encontraron de nuevo. El la llevó a cenar y ella aceptó sensiblemente emocionada. Estaban cenando en un restaurante, una cena visiblemente romántica. El hombre tenía clase, se mostraba caballeroso. La hacía reír fácilmente. Sin saberlo ninguno de los dos la ex mujer del hombre entró al bar del restaurante con un amigo. Su amigo nada mas sentarse se fijó en él pero no sabía como decirle lo que estaba viendo a su amiga. Se lo acabó señalando discretamente y la ex mujer con ojos incrédulos asistió al cortejo de la joven por parte de su marido en una cena como la que ya hacía mucho tiempo que no la llevaba a ella. Furiosa, salió del restaurante corriendo con su amigo siguiéndole detrás. El, despreocupado, cogió de la mano a la chica y le propuso ir a su casa a tomar una copa. Ella nerviosa aceptó y se ruborizó intentando disimularlo. Salieron del restaurante paseando juntos. En ese mismo momento sentí su mano apretar la mía y oí su voz en mi oído izquierdo susurrarme:

- Ve al servicio y tráeme tu ropa interior.

La miré sorprendido. Ella no apartó la vista de la película así que me levanté y salí de la sala. A los tres minutos volví a entrar y me senté a su lado derecho. Me miró expectante, metí la mano en el bolsillo derecho de mi pantalón, saqué mis calzoncillos negros y se los di. Los metió en su bolso. Entonces me pidió mi jersey y lo puso sobre el brazo izquierdo de su butaca a modo de cojín. Se separó de mí y se echó sobre el otro lado de su butaca apoyando su espalda en mi jersey. Levantó sus finísimas piernas y las puso encima de las mías. Se quedó prácticamente de lado mirando a la pared. Yo podía ver el resto de la sala. Cogí sus piernas con cuidado y las puse sobre mis muslos en una postura cómoda para los dos. Acaricié sus piernas. Sus zapatos. Sus tacones. Lentamente. Entonces ella movió sus pies en señal de que la descalzara. Lo hice despacio. Cogí su pie en mi mano y solté su zapato en el asiento de mi derecha pegado a la pared del cine. Luego el otro. Recogí sus pies en mis manos pasando mis dedos por ellos con cuidado de no hacerle cosquillas. Los acaricié. Por la planta primero, la piel allí era finísima. Luego por sus deditos. Suavemente, presionando con las yemas de mis dedos, sentí como se relajaba profundamente. Me gustaba abarcar al máximo sus pies con mis manos, intentando agarrarlos todo lo que podía. Siempre tengo las manos calientes. Mis dedos se mostraban hábiles. No era la primera vez que lo hacían. La miré y sus ojos me dijeron que lo estaba haciendo bien con una sonrisa morbosa. Podía llegar a sentir mis dedos por todo su cuerpo, noté como lo imaginaba. Acomodó sus piernas sobre mí sintiéndose muy relajada. Entonces pasé el borde de una de mis uñas desde el talón hasta el final de la planta con suave roce que hizo que se estremeciera de cosquillas. Me dio una patadita con el otro pie y se le escapó una risita tonta que contuvo rápidamente. Le abrí de nuevo el pie dulcemente mientras la película seguía su curso.

El hombre estaba sentado en el sofá de su casa con la chica. Estaban un poco bebidos, a ella se le nota más que a el. Ella se reía nerviosamente de sus palabras. En un momento de silencio en la conversación se miraron fijamente y él muy lentamente acercó su boca a la de ella que recogió su beso con una excitante timidez que se convirtió en pasión desenfrenada en escasos segundos. Se aferraron el uno al otro, se besaban apasionadamente mientras sus cuerpos se inclinaron lentamente perdiéndose tras el respaldo del sofá fuera del plano de la cámara. En ese momento su pie derecho se alzó levemente levantando mi mano con él mientras con un gesto me indicó lo que tenía que hacer.

Llevé su pie a mi boca y lo besé suavemente en el empeine repetidamente variando tan solo milímetro a milímetro cada beso y acercándose cada vez más a sus dedos. Mis besos llegaron a ellos besándolos uno por uno, primero por arriba y luego por la punta haciendo que se movieran sin querer al sentir mis labios sobre ellos. Me entretuve en el dedo pulgar con un par de besos de más. La miré a los ojos y asintió con su mirada. Era el permiso que necesitaba. Abrí la boca y lamí su dedo tan solo con la punta de mi lengua. Cerró los ojos. Su pecho se levantó. Pude ver sus pezones marcados en el vestido descaradamente. Entonces se cogió las tetas y se las apretó intensamente. Sus dedos empezaban a estar húmedos por mi saliva. Mi lengua se deslizaba entre ellos con suma facilidad. Con cuidado separé uno de sus dedos y lo metí lentamente en mi boca. Se lo chupé con muchísimo deseo lamiéndolo dentro. Luego hice lo mismo con cada uno de los otros dedos. Mi enorme paciencia la sorprendía. Alzó su otro pie en señal de que hiciera el mismo ritual mientras sus ojos semicerrados de placer se fijaban en mi cara y mi boca en todo momento.

El hombre y la chica de la película estaban en la cama entrelazados, desnudándose el uno al otro con mucho deseo. Se besaban, se abrazaban, y hacían el amor con él encima de ella suavemente. Las uñas de ella recorrían su espalda intentando aferrarse tanto como le era posible mientras sus embestidas se hacían cada vez más fuertes y seguidas. Su pie derecho se separó de mi boca y acarició la enorme erección que tenía bajo el pantalón. Con una señal me indicó que me bajara el pantalón. Yo obedecí sin levantarme del asiento y mi pene erecto se tensó como un mástil al sentir el tacto de su pie húmedo por mi saliva acariciándolo muy levemente. La chica de la película gemía una y otra vez ante cada una de las embestidas de su amante.

Recogió mi polla en sus pies y la apretó tan fuertemente como le fue posible. Me aferré con mis manos a los brazos de la butaca clavándole mis uñas tanto que casi levanté el tapizado. Con su talón y su empeine apretaba y acariciaba alternativamente. Mi espalda se tensó, mis ojos se cerraron solos, mis dientes se apretaron lo imposible cuando en ese momento uno de sus pies se levantó por encima de mi cabeza, me la abrazó y me empujó sutilmente hacia el suelo de la sala entre los asientos con la parte interna del tobillo.

La chica de la película llegó intensamente a su primer orgasmo quedando exhausta. Pero unos segundos después se acopló ágilmente encima de él con un gesto en su inocente cara que no habíamos visto en toda la película. Sus ojos parecían llenos de vicio. Comenzó a moverse muy dulcemente sobre el vientre de su amante mientras le acariciaba el pecho y la cara.

Me metió entre sus piernas. Tenía una apoyada en el asiento y la otra abierta con el pie apoyado entre las dos butacas de delante. Recorrí toda su pantorrilla con mi lengua deteniéndome en la parte de atrás de las rodillas donde le di un beso con lengua en su piel finísima y sentí como se contraían sus muslos ligeramente entre abiertos. Hice lo mismo con la otra pierna en esa parte tan sensible. En ese momento me agarró fuertemente de la coleta tirando hacia arriba de mi cabeza por la cara interna de sus muslos haciendo que mi lengua recorriera cada centímetro de sus muslos. Sus dedos se aferraban entre mis rizos y al llegar justo cerca de sus ingles tiró de mi pelo hacia atrás bruscamente doblando mi cuello al máximo. Se acomodó en el borde de la butaca abriéndose bien de piernas y me alzó nuevamente del pelo entre sus muslos hasta dejar mi cara apoyada sobre su vientre que oscilaba arriba y abajo con su respiración. Entonces sentí intensamente el calor indescriptible que desprendía su sexo en mi cuello. Todo su coño ardía literalmente en mi garganta, tenía un infierno entre los muslos. Sus piernas se cerraron entorno a mi cuello inmovilizándome así mientras me acariciaba dulcemente la cara con sus ojos brillantes clavados en los míos.

La chica de la película se movía como una verdadera serpiente sobre el sexo de su amante mientras su espalda se tensaba sin parar mirando al techo. Se agarraba las tetas con ambas manos. Luego cogió las manos de él y se las cogió con las suyas sin parar de moverse. De repente lanzó un gemido mucho más profundo y una corriente eléctrica atravesó su médula espinal desde abajo hasta arriba y de vuelta a abajo. Inmediatamente después su cuerpo se desplomó sobre el pecho de su amante aún temblando de la descarga recibida. Luego entre suspiros me pareció entender que dijo:

-Oh, mon dieu, je me suis poussé comme une chienne…