domingo, 18 de enero de 2009

Sobre Ruedas

Era verano, seis de la tarde, cuarenta grados. Había que joderse. Juan y Mani entraron en el bar de una patada en la puerta. Iban en chanclas y pantalones cortos. Juan llevaba una camisa surfera de colores por fuera con un estampado muy hortera y abierta por el pecho. Mani llevaba una gorra de camuflaje y una camiseta amarilla adidas de los ´70 muy ajustada que le marcaba toda la barriga. Se sentaron en los taburetes y pidieron dos botellines de coronita mientras Juan apagaba el porro en el cenicero de la barra echando el humo bien arriba y llenando el local de un suave aroma a hachís. Nando el camarero habitual no estaba allí. En su lugar estaba trabajando un tipo que parecía del este. No les quitaba la vista de encima pero tampoco les dijo nada. Por su manera de entrar parecían asiduos al local. Se quitaron las gafas de sol a la vez y las dejaron sobre la barra. Venían discutiendo. Sobretodo Mani, que siempre hablaba muy alto por lo general. Juan al contrario era un tipo muy tranquilo, muy difícil de hacer enfadar. Sin embargo esta vez parecía venir bastante quemado.

- Vamos a ver si me he enterado bien. O sea tú dices que …
- Joder no empieces otra vez, Mani. Olvídalo ya, tío. No me ralles más. Al carajo.
- ¡Callate, escuchame!
- Ya te lo he contado, joder no puedo hacer nada. Me tienen el ojo echao. No puedo mover ni un dedo. Joder si hasta he tenido que esconder el coche y llamarte a ti para que me recogieras. Esos hijos de puta… Vete tú a saber a donde coño estarán ahora.
- Espera un momento. Vamos a ver la situación. Cálmate.
- Que me calme dice, llevas todo el camino dándome la paliza con esta mierda.
- Hey, cálmate tío. Vamos a verlo de otro modo. Vamos a analizar la situación. ¿Vale?
- Vale. – Dijo Juan suspirando.
- Porque hay que ver la situación con perspectiva,– Mani se levantó la visera de la gorra mientras dijo esto – con persperctiva ¿Entiendes?
- Que sí, pesao.
- Vamos a analizar la situación. Corrígeme si me equivoco, ¿vale?
- Hay que joderse. Que sí, que vale. A ver que cojones se te ocurre ahora. – Juan se encendió un cigarro.

El camarero fregaba los vasos del bar mirándolos de reojo y poniendo la oreja. Siempre se traían algo entre manos estos dos. Mani puso los dos codos sobre la barra y juntó las manos en el aire en un gesto de concentración. A Mani le gustaba analizar las situaciones antes de tomar las decisiones. Le gustaba cuadrar las cosas.

- Esos tíos llegaron al taller y se bajaron del coche ¿Cierto?
- Cierto, sí.
- Y luego preguntaron por ti.
- Sí, le preguntaron al Pepe por mí y les dijo que estaba dentro del taller, en el despacho. Si los hubiera visto entrar yo les hubiera dado largas pero el Pepe no se entera de nada. Tenían pinta de maderos o de algo chungo así. Yo los hubiera mareado y se hubieran ido de allí.
- Eso lo dudo bastante, tío. Esa gente sabía a donde iban. Si conocían tu nombre alguien de por allí les habría dicho que eras tú y que era ése el taller.
- Es posible.
- Bueno, o sea que entraron en el despacho y ¿qué fue exactamente lo que te dijeron?
- Me dijeron buenos días, no te jode. Me preguntaron si era yo y luego me dijeron que estaban interesados en un coche de alta gama.
- ¿Especificaron qué coche? ¿Qué modelo? ¿Alguna marca?
- No joder, no querían eso. Yo les dije que nosotros no vendíamos coches pero que si estaban interesados en comprar un coche de segunda mano podría decirles a donde ir.
- ¿Y luego que paso?
- Pues se quedaron así mirándose y se sentaron en las sillas sin yo decirle nada. Yo sabía que eran chungos nada más que por las pintas pero cuando se sentaron me dije, joder, verás tú ahora. Entonces sacaron una carpeta, un álbum de fotos de coches. Todos de gama alta. Me dijeron que estaban un buscando un coche de ese estilo.
- Entonces si sabían que modelos estaban buscando.
- Que no, ostias. En las fotos salían coches de muchos tipos. Había deportivos, rancheras, mercedes, coupés, yo que sé, de todos tipos. No tenían nada que ver unos con otros. Pero todos eran pepinos.
- Ahá.
- Entonces fue cuando me di cuenta.
- ¿De qué?
- De lo que iban buscando, joder. De a quién iban buscando. – Juan remarcó ese quién.
- Al Iraní.
- Sí, al Iraní. Me di cuenta porque reconocí el BMW M3 blanco que le vendimos al gitano aquel hace ya un año. Un año tío. Me acuerdo de ese coche, era la ostia. Lo cogí dos o tres veces. Y los hijos de puta tenían las fotos del coche con la matrícula suya. No la que le puso el Iraní, no, la suya, la alemana.
- Un año, eh. ¿Cuánto lleva el Iraní en eso?
- Buaf, pues desde que llegó aquí el hijoputa.
- O sea..
- Pues cuatro años por lo menos.
- Joder.
- Ya te digo. Y no solo ése. También reconocí un Maseratti, un par de Mercedes, dos o tres Audis, y yo que sé cuantos Volkswagen. Esos hijos de puta tenían un álbum lleno de coches robados, rematriculados y con el número de chasis cambiado. Parecía que fueran de la interpol o de la mafia o alguna movida de esas, tío.
- ¿Y luego que paso?
- ¿Luego? Joder, luego vino lo bueno. Luego me enseñaron una foto del Paco, el del polígono norte. Ese que es muy chulo pero que luego es un capullo.
- Ese tío es un capullo.
- Vaya que si lo es. Bueno pues lo habían cogido al capullo. Me preguntaron si lo conocía de algo. Les dije que no. Le habían hecho una foto y salía en el suelo de su taller con la cabeza partida en dos y el suelo estaba lleno de cristales, de las lunas de los coches seguro.
- Ahí es donde han dado contigo ¿Pero como?
- Pues mirando en la agenda, joder. Habrán apuntado todos los talleres con los que tendría alguna relación y ahora están como sabuesos husmeando en la mitad de los talleres de la ciudad. Eso es lo bueno del Iraní. Se conoce a todo el gremio. Así les será más difícil relacionarme con él. Y si lo hicieran tendrían que hacerlo con cuarenta o más. Eso los distraerá.
- Joder, menudo panorama. Será mejor que te pierdas un tiempo. Vete a Conil o algo de eso.
- Eso mismo voy a hacer esta noche cuando llegue Tere. Oye vámonos de aquí. Tengo que llamar a un viaje de gente antes de apagar el móvil y quitarme de en medio.
- Si venga, vámonos. Yo invito.

Se levantaron los dos de la barra y el camarero los siguió con la mirada hasta que salieron del bar. Luego se dio la vuelta y cogió el teléfono. Esperó la contestación y luego dijo:

- Soy yo. Acaban de salir del bar. Van a casa del mecánico. – Y colgó.