domingo, 24 de mayo de 2009

El Mundo Está Lleno de Ellos

Basado en Hechos Reales


El otro día estaba yo sentado delante de mi ordenador cuando me acordé de que tenía que llamar por teléfono a un compañero. Descolgué el teléfono y marqué el número de memoria. Me contestó un tipo con muy mal humor diciendo:

¿Qué quiere?

Hola, me llamo Alberto, ¿podría hablar con Menganito? dije amablemente.

Te has equivocado, gilipollas me respondió y acto seguido colgó.

No daba crédito a lo que me acababa de decir aquel hijo de puta. Cogí mi agenda para buscar el número de mi compañero y comprobé que, efectivamente, me había equivocado. Pero como aún recordaba el número 'erróneo' que había marcado anteriormente, decidí volver a llamar a aquel tipo y cuando me cogió el teléfono no esperé a que contestase y le dije:

― Sabes, eres un hijo de puta y colgué rápidamente.

Inmediatamente apunté aquel número en mi agenda junto a la palabra ‘hijodeputa’. Cada dos o tres semanas, cada vez que estaba cabreado porque me llegaba una deuda inesperada, o un aviso de multa, o discutía con mi chica, o alguna situación por el estilo volvía a llamarlo y sin dejarle contestar le decía:

Eres un hijo de puta.

Esto me servía de algún modo como terapia y me hacía sentirme mucho más relajado.

Unos meses después, la maldita Telefónica introdujo el servicio de identificación de llamadas, lo cual me deprimió un poco porque tuve que dejar de llamar a mi hijodeputa. Pero de repente, un día se me ocurrió una idea: Marqué su número de teléfono y cuando escuché su voz le dije:

Hola, le llamo del departamento de ventas de Telefónica para ver si conoce nuestro servicio de identificación de llamadas.

― ¡No! me dijo el tío en tono grosero, y me colgó el teléfono.

Rápidamente lo volví a llamar y le dije:

Eres un hijo de puta.

Un mes después, estaba yo esperando con mi coche a que una anciana saliera de la plaza de aparcamiento del Hipercor. La vieja tardó diez minutos en sacar el coche y cuando terminó la maniobra y me disponía yo a ocupar la plaza libre, apareció un Golf GTI negro a toda velocidad y se metió en el hueco que iba yo a ocupar. Comencé a tocar el pito y a gritar:

¡Eh, oiga!, ¡que estaba yo esperando!, ¡no puede hacer eso!

El tipo del Golf se bajo, cerró el coche y se fue hacia el centro comercial ignorándome como si no me hubiera oído. Yo me quedé completamente frustrado y pensé: “Este tío es un hijo de puta. El mundo está lleno de ellos”.
Justo en ese momento vi un letrero de “SE VENDE” en el cristal de atrás del Golf. Lógicamente anoté el número y me fui a buscar otra plaza de aparcamiento.

A los dos o tres días, vi en mi agenda el número de mi hijodeputa y me acordé que había anotado el número del otro tipo, el del Golf. Inmediatamente le llamé y le dije:

Buenos días. ¿Es usted el dueño del Golf GTI negro que se vende?

Sí, yo mismo.

¿Podría decirme donde puedo ver el coche?

Sí, por supuesto. Yo vivo en la calle de Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa, es un bloque amarillo y el coche está aparcado justo enfrente de la casa.

¿Cómo se llama usted?

Francisco José Folla Doblado.

Encantado, yo soy Antonio Bragueta Suelta ¿A qué hora sería la mejor para encontrarme con usted y discutir los detalles de la operación, Francisco?

Pues yo suelo estar en casa por las noches.

Aha, estupendo. ¿Puedo decirle algo, Francisco?

Si, claro.

Francisco, eres un hijo de puta de la hostia y colgué el teléfono.

Inmediatamente después de colgar anoté el número en mi agenda al lado del otro, pero en este puse el nombre de ‘hijodeputa II’. Ahora tenía a dos hijosdeputa para llamar y así estuve durante dos o tres meses, llamando ahora a uno, ahora al otro, etcétera. Hasta que comencé a aburrirme un poco.

Me puse a pensar en serio sobre como resolver este problemilla y al cabo de un par de whiskys se me ocurrió algo. Primero llamé al 'hijodeputa I':

Dígame.

Hola hijo de puta le dije. Pero esta vez no colgué.

… ¿Estas ahí todavía, verdad, cabrón?

Si, hijo de puta ― le dije con una amplia sonrisa.

Deja ya de llamarme o...

Oye, que va a ser que no, eh.

Si supiera quien eres te rompía la boca, bastardo me dijo.

Pues mira, me llamo Francisco y si tienes los cojones te vienes a buscarme. Vivo en la calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa, en un bloque amarillo, justo en la puerta donde hay aparcado un Golf GTI negro que es mío, so-hijo-de-puta.

¡¡Ahora mismo voy para allá!! ¡Tu sí que eres un hijo de puta! ¡Ya puedes ir rezando todo lo que sepas! ¡Te voy a matar a hostias! ¡¡Cabrón!!

¿Sí? Que miedo me das, hijo de puta y colgué el teléfono.

Inmediatamente llame al hijodeputa II:

Dígame.

Hola, hijo de puta y no colgué.

Como te pille algún día...

¿Que me vas a hacer, hijo de puta? ― le dije.

Te voy a pegar un pateo que se te van a salir las tripas, pedazo de cabrón.

¿Sí? ¡Pues a ver si es verdad, hijo de puta! ¡Ahora mismo voy hacia tu casa! y colgué.

Por ultimo, cogí el teléfono y llame a la policía. Les dije que estaba en la calle Don Ramón de la Cruz esquina con Montesa y que estaba a punto de matar a mi novio homosexual en cuanto llegara a casa. Luego volví a coger el teléfono e hice otra llamada rápida al programa ese en plan Callejeros de “Andalucía Directo” y les dije que iba a haber una pelea de pandillas de yonkis en la calle Don Ramón de la Cruz esquina Montesa. Entonces me monté en mi coche y me fui para allá a toda leche. Te juro que es una experiencia que nunca olvidaré. La mayor pelea que he visto en toda mi vida. Allí hubo ondonadas de hostias, vaya. Hasta los cámaras del Canal Sur se llevaron lo suyo.

En fin, después de esto espero que cuando te llame por teléfono me contestes con tono amable. Ya sabes, no es bueno que yo me irrite.