martes, 7 de abril de 2009

Le Tour de la France

Mani volvía de dar una pequeña vuelta de treinta kilómetros en su bicicleta nueva por las afueras de la ciudad cuando entrando en el piso se cruzó con Valeriè en el ascensor. Para ser más exactos, esto fue lo que Valeriè se encontró cuando abrió la puerta del ascensor: a Mani metido en su ropa de ciclista de color amarillo chillón, con unas finas mallas rosa fuxia a medio muslo y un casco blanco con forma de huevo en la cabeza mientras se miraba los bíceps en el espejo y poniendo cara de machote. Por si fuera poco, Mani estaba hablando solo:

― Oh, sí nena... Soy una máquina en perfectas condiciones… ― decía mientras apretaba su brazo en alto y empinaba el paquete bien marcado en las mallas.

― ejem, bonjour… ― dijo Valeriè intentando hacerle sentir lo menos ridículo posible.

― Oh, hola. ― Mani bajó el brazo y sacó la bici del ascensor.

― ¿Eres amigo de Juan? ― le preguntó Valeriè.

― Bueno, eh, soy su compañero de piso... así que, técnicamente, no.

― Jeje … ¿? Yo soy Valeriè.

― Oh, encantado. Yo me llamo Mani. O como dirías tú, Maniù.

― ¿? Entonces, ¿eres un cyclisté?

― ¿Un qué? ― Mani se rascó la cabeza intentando comprender.

― ¿Un cyclisté? Tú sabes, con tu byciclètte.

― Oh sí, sí. Soy un apasionado del ciclismo. Hasta tengo una bicicleté estática, sabes. Y también corro, y hago abdominales, y por supuesto... les nalguès de hierro. ― dijo señalándose el culo bien apretado en las mallas rosa.

― ¿? Uh, tre bien, tre bien... Au revoir. ― Valeriè entró en el ascensor en cuanto pudo y pulsó el botón de la planta baja intentando no parecer asustada.

― Au revuá. ― dijo Mani. Yo estaba en el quicio de la puerta fumándome un cigarrillo despidiendo a Valeriè y pude ver toda la escena sin perder detalle. Le ayudé a meter la bici en el piso sin tirar nada y le saqué un acuarius de naranja de la nevera.

― Es simpática, eh. ― Le dije.

― Simpática, sí es simpática sí . Está buenísima, vaya.

Me metí en la cocina y volví a abrir la nevera. Encontré un trozo de limón olvidado casi al fondo y un botellín de cerveza. Corté una rodajita de limón y la metí en el botellín. Menudo invento. Me senté en el sofá subiendo los pies a la mesita del sofá. Mani seguía allí de pie metido en su ropa de ciclista bebiéndose su acuarius de naranja.

― Oye tú, sólo por curiosidad, ¿cómo encuentras a guiris así? Y más importante aún, ¿cómo leches las convences para que se enrollen contigo? ― me preguntó Mani mientras andaba por el piso con las zapatillas de enganche con las punteras hacia arriba. Era realmente una bonita estampa merecedora de inmortalizar para siempre.

― ¿Qué cómo lo hago? ¿De verdad lo quieres saber?

― Si, joder. ¿Cuál es tu técnica?

― Bueno mira, Mani, es así… ― yo en realidad estaba pensando en decirle que se quitara las zapatillas porque acabaría arañando la madera del suelo. Así que le solté sencillamente: ― Que quieres que te diga, tengo un talento natural.

― Mierda, eso no es una técnica. ― Cuando se enfadaba con esa pinta el espectáculo ya era total.

― Yo tampoco creía que lo fuera, pero tú me lo preguntaste. Anda cámbiate.

― ¿Así que sólo es eso? ¿Qué tienes un talento natural?

― Hey, todos somos buenos en algo, sabes Mani. Todos tenemos un talento especial. Tú, por ejemplo... ― me quedé mirándolo así metido bajo el cascarón de huevo que llevaba de casco, con sus zapatillas con las puntas hacia arriba y las mallas rosa y el maillot fluorescente ―… Tú, por ejemplo, … no tienes vergüenza.

― Hey para, para, no tienes ni puta idea. Esto es lo que llevan puesto en el Tour de la France. ― me dijo con un acento francés recién adquirido.

― Mira Mani, yo que acabo de darme una vuelta por el Tour de la France, y la única cosa que llevaba puesta era un condón.

Cogí el mando a distancia y encendí la televisión por un canal de teletienda. Salía un guaperas tope de cachas vendiendo un absurdo aparato para hacer unas dolorosas flexiones mientras lucía su torso desnudo y sonreía forzadamente a la cámara.

― Mira ves, ése eres tú.

Le dije a Mani señalando la pantalla sin bajar los pies de la mesita del sofá. Memoricé el canal de la teletienda y cambié varias veces de canal hasta dar con uno en el que salía un tipo serio metido en un traje negro anunciando una marca de whisky.

― Y mira, ves, ése soy yo.

Luego volví al canal de la teletienda.

― Ése eres tú. ― volví a cambiar al anterior canal y así repetidas veces. ― Ése soy yo… Ése eres tú… Ése soy yo… ¿lo pillas? Pues mira…

Dejé puesto el canal del anuncio de whisky del tipo serio, yo ya lo había visto. Mientras el actor pronunciaba el nombre del whisky al final del eslogan una preciosa rubia sureña apareció detrás de él abrazándose a sus hombros y susurrándole algo muy agradable al oído. Luego el anuncio acababa con los dos actores saliendo de plano dejando el nombre del whisky sobre la pantalla mientras él la agarraba a ella por la cintura.

Miré a Mani. Acabó su lata de acuarius y sin decir nada se metió en su cuarto andando con las zapatillas de ciclista.

― ¡Hey!, ¡luego te contaré cual es mi técnica pero quítate las zapatillas, melón. Que vas a arañar el parqué!